Borbón contra Revilla
Si el anciano rey tuviera amigos y no pelotas bailándole el cetro, alguno le podría haber dicho que no era buena idea meter al pregonero a la contra en nómina


Érase una vez un anciano rey, Juan Carlos de Borbón, autoexiliado de su reino por sus escándalos fiscales y sexuales, al que un día se le inflaron los testículos lo suficiente para liarse la perdida corona a la testa y emperrarse en lavar su honra. Para ello, no se le ocurrió otra cosa que demandar al popularísimo expresidente de Cantabria Miguel Ángel Revilla por insistir en los medios en lo mismo que los medios llevaban años pregonando. O sea: los escándalos fiscales y sexuales del monarca. Sucede que Borbón y Revilla fueron amigos y es sabido que el fuego amigo quema infinitamente más que el adversario. Pero si el anciano rey tuviera verdaderos camaradas y no pelotas suavones bailándole el cetro, alguno le podría haber dicho que no era buena idea. Porque, al demandar a Revilla, Borbón no es solo que le haya dado tres cuartos al pregonero a la contra: es que lo ha metido en nómina. Había que oír al demandado aprovechar su minuto de gloria para volver a vendernos sus libros y pintarse cual pobre mártir del pueblo ante la inviolabilidad del soberano. “¿Por qué a mí?”, clamaba, “¿por qué yo y no Bárbara Rey o Corinna?”, examantes del demandante que han soltado peores pestes por su boca, preguntaba, con más razón que un santo. Por qué a él, en fin, más juancarlista que Juan Carlos, hasta que, como a tantos españoles, su idolatrado rey le decepcionó en lo más hondo.
No deja de ser un buen autorretrato el hecho de que el rey Borbón le reclame al plebeyo Revilla una indemnización de 50.000 euros para donárselos a Cáritas y seguir dando de comer a los pobres, porque lo de pagar impuestos y redistribuir justamente la renta no es de patriotas, sino de tontos. Menos mal que, entre tal sainete bufo, ver a Leonor de Borbón Ortiz cazada en biquini con sus colegas guardiamarinas en un descanso de su travesía militar como futura reina de España es un rayo de esperanza. Da gusto verla, con la lozanía y el hambre de vida de sus 19 años en el cuerpo, solo empañados, quizá, por el peso de tamaño marrón sobrevolándole la coronilla. Yo que ella no desesperaba. Ni Podemos ni Sumar ni Bildu ni Esquerra Republicana de Catalunya luchan ni la mitad de la mitad que su emérita majestad su abuelo para apartar de ella ese cáliz. Viva España.
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