Un kit para la guerra
Se nos empuja a creer que el conflicto es inminente en vez de llamar con sensatez a la integración europea ante la nueva realidad geopolítica

Proliferan los memes sobre el kit de emergencia lanzado por la Comisión Europea para enseñarnos a ser autosuficientes en caso de crisis repentina. Mi favorito es el de El Mundo Today: “Bruselas pide a los europeos que aprendan a hacerse el muerto”. Es más gracioso que el original, que también pretende serlo. En él vemos a Hadja Lahbib, comisaria europea de Igualdad y Gestión de Crisis (para esto ha quedado la igualdad) enseñarnos cómo sobrevivir. Lo más estomagante es que ofrece una solución rápida, superficial y ligera a la situación actual, en una preocupante metáfora de la perspectiva que están adoptando los países de la UE. Hoy, cuando todos aprovechan lo que ocurre para arrimar el ascua a su sardina, se nos inocula desde las instancias del poder el falso marco de la inminencia de una guerra en Europa. El resultado es la confusión entre un enfoque militarista de lo que ocurre con lo que debería ser la autodefensa existencial de la Unión, que, por supuesto, incluye el área de defensa y política exterior, pero no solo.
Lo cuenta Jürgen Habermas en un magnífico texto (que hoy se publica en Ideas) donde sorprende por su frescura y una mirada europeísta de largo alcance frente a nuestras viejas lentes nacionalistas y belicistas. La pregunta que se hace es bien sencilla. En un contexto de incertidumbre creado por Donald Trump y las potencias emergentes, ¿cómo debe lograr Europa una verdadera independencia geopolítica? Su respuesta es aún más contundente: más integración. Y, sin embargo, las medidas adoptadas por Alemania indican que sigue sin tomar el liderazgo en la creación de una defensa común y prefiere un enfoque que combina la protección colectiva de la OTAN con la gestión nacional de su defensa. ¿De verdad queremos que Alemania (Alemania, nada menos) incremente su poder militar sin un marco supranacional que la controle? ¿Esto no iba de consolidar la UE como un actor global con voz propia?
Pero se nos transmite que tenemos la guerra encima, invitándonos a desviar la atención de los demás problemas y sobre el hecho de que debemos modificar nuestra arquitectura institucional, industrial, productiva y fiscal para hacernos cargo de una vez de nuestra propia supervivencia. Es algo muy distinto a utilizar la propaganda bélica, que es lo que parece hacer la UE con su enfoque reactivo y superficial, hablando de restablecer el servicio militar y alimentando el miedo sin reflexión crítica ni liderazgo, con esa pasmosa frivolidad como la del vídeo de la comisaria Lahbib con la que se pretende compensar esta suerte de gravedad prebélica en la que nos están metiendo a todos y a la que contribuyen también quienes se manifiestan frente al Congreso desde su cómodo “No a la guerra”. La respuesta militarista de la UE y el “No a la guerra” se refuerzan mutuamente. La digna proclama alimenta en el fondo la sensación belicista, la idea de que tenemos a las puertas un conflicto inminente, en lugar de hacer una llamada sensata a repensar las políticas europeas frente a la nueva realidad geopolítica, a reflexionar sobre cómo avanzar hacia una mayor cohesión y capacidad de acción colectiva. Esa es la “autodefensa existencial” de la que habla Habermas, un marco de estrategia colectiva y no un rearme (o desarme) unilateral. Decía Ortega que “no es el hombre sino, al contrario, la abundancia, la sobra de energías, la que suscita la guerra”. Y en eso estamos unos y otras, arrojando toda nuestra energía a un caldo de cultivo demasiado, demasiado peligroso.
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