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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Trump y Bukele, la crueldad es el mensaje

El nefasto espectáculo de las deportaciones de EE UU a El Salvador persigue deshumanizar y aterrorizar a los migrantes

Cárceles Nayib Bukele
El País

El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha vuelto a regodearse en redes sociales de los prisioneros en sus cárceles. Pero esta vez ni eran salvadoreños ni habían sido detenidos por su Gobierno. Eran, en su mayoría, de nacionalidad venezolana; en buena parte, según Estados Unidos, relacionados con la organización criminal Tren de Aragua, y habían sido deportados por la Administración trumpista dentro del acuerdo firmado con Bukele para acoger a extranjeros detenidos.

Las imágenes difundidas por la presidencia salvadoreña repiten el formato de otras ocasiones. Los prisioneros, esposados y forzados a bajar la cabeza, son llevados con gran aparato y a punta de pistola del aeropuerto a la cárcel. Allí se les coloca un uniforme de ropa interior blanca y se les rapa el pelo ante las cámaras de televisión. El objetivo es presumir del poder represor del Estado y humillar a los detenidos.

Este espectáculo, digno de las peores dictaduras, es ahora financiado y patrocinado por EE UU. Donald Trump ha ordenado las deportaciones de cientos de supuestos miembros de la banda venezolana recurriendo a una ley de emergencia del siglo XVIII contra “enemigos extranjeros” y solo usada en dos ocasiones en tiempos de guerra. La última vez que se aplicó fue para internar a estadounidenses de origen japonés durante la Segunda Guerra Mundial, un capítulo destacado entre las vergüenzas del país. Lo ha hecho además en contra del criterio de un juez federal, que afirma que el Gobierno no ha justificado lo suficiente las condiciones para aplicar la ley y ha dado al Ejecutivo un ultimátum que se cumple el martes. La situación coloca a la Administración ante un posible desacato flagrante de la justicia, un hecho que no por esperado es menos preocupante. El propio Bukele se burló del acto del juez: “Ups, demasiado tarde”, escribió en sus redes.

El mensaje de la Casa Blanca es claro. Bajo la excusa de controlar la inmigración irregular, busca montar un espectáculo de dureza que en realidad es mera crueldad, tanto para el regocijo de las bases trumpistas como para infundir el pánico entre los migrantes residentes, tanto en situación regular como irregular. Nada es inesperado. Trump se mide como líder no con otros presidentes, sino con autócratas que hacen de la violencia contra los ciudadanos un espectáculo. Y a diferencia de su primer mandato, está rodeado de aduladores. Lo novedoso es la complicidad de aspirantes a dictador como Bukele, y la voluntad de Trump de comportarse como ellos, sometiendo las leyes a su voluntad. Lo realmente peligroso es el ejemplo que da Estados Unidos a las democracias del mundo al deshumanizar a las personas que el Gobierno tacha de enemigos. La propia historia estadounidense da muestras de las consecuencias trágicas de considerar a grupos de población como indignos de tener derechos fundamentales.

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