Que hablen las cámaras
El Parlamento tiene que poder expresarse sobre el gasto de defensa, aunque al Gobierno no le den los números


Cuando la vida real golpea, hay una parte de la conciencia que se activa. La muerte de un ser querido, un mal diagnóstico o una guerra son acontecimientos lo suficientemente rotundos como para despertar a cualquiera. Hasta el momento en el que la realidad te hiere en serio, todo parece posible y la banalidad se antoja hasta divertida. En tiempos de bonanza, gobernar sin ser la lista más votada y sin una mayoría parlamentaria coherente pudo parecer posible. Pero de pronto, se impuso la realidad.
El “somos más” proclamado desde Ferraz con carótida exultante celebraba una ficción que intentó hacer pasar por progresista a la ultraderecha catalana. Bildu se convirtió en un buen compañero porque los ultras donde tienen que estar es en las instituciones y se llegó a legislar ad hominem porque así lo exigía la circunstancia. Aunque hasta 11 ministros sostuvieran que la amnistía era inconstitucional, con aceite y buenas formas la cosa acabaría siendo digerible.
Los estadistas prudentes siempre supieron coincidir en una cosa: sin presupuestos no se puede gobernar. Porque son la ley de todas las leyes y porque constituyen el plebiscito anual que ratifica o impugna la encomienda de las urnas. Y, sobre todo, porque someter la previsión del gasto al Congreso es un imperativo constitucional expresado literalmente en el artículo 134 de nuestra norma fundamental. In claris non fit interpretatio.
La realidad es como los traumas: siempre vuelve, y la llegada de la guerra no hace más que encender las luces. Con el shock, Europa entera se despierta del letargo, Alemania promueve una reforma constitucional transversal para aumentar el gasto en defensa y Francia e Italia se imponen un modo de proceder adulto y hasta severo. Los países de nuestro entorno, ¿se acuerdan? Sin embargo, Spain is different y aquí festejamos con sangría nuestra exótica excepción. Al presidente, sus socios ahora le llaman “el señor de la guerra” y el Financial Times, ese sospechoso pseudomedio, ironiza con el intento de colar la lucha contra el cambio climático como un gasto en defensa.
Ni la ciudadanía ni nuestros socios europeos se merecen que España cambie su paradigma militar sin consultar al Parlamento. Sobre todo, cuando la única razón para no cumplir con la exigencia democrática es que los números no le dan al Gobierno. La solución es simple: volvamos a votar y, en vista de lo mucho vivido, que sea la ciudadanía quien decida qué composición deben tener las cámaras para hacer frente a esta circunstancia crítica.
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