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EH Bildu, de recurso incómodo a aliado fiel

La izquierda ‘abertzale’ se consolida como un sólido apoyo para Sánchez en el Congreso

La portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, junto a su compañero Oskar Matute, en un pleno del Congreso en diciembre de 2023.
La portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua, junto a su compañero Oskar Matute, en un pleno del Congreso en diciembre de 2023.Claudio Alvarez
Xosé Hermida

El socialista José Bono cuenta en sus memorias que en 2011 ensayó con el rey Juan Carlos cómo debía comportarse este en una recepción prevista con Mikel Errekondo, representante de la izquierda abertzale en Madrid. Bono asegura que adiestró al monarca para que estrechase la mano del diputado de lo que entonces se llamaba Amaiur manteniendo siempre “un gesto grave”. Ocho años después, cuando la portavoz del PSOE en el Congreso, Adriana Lastra, y el secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, Rafael Simancas, se hicieron por primera vez una foto con los representantes de EH Bildu, el método Bono seguía vigente. Ambos posaron con gesto tan grave “que hasta parecía a propósito”, recuerda la portavoz de los abertzales en el Congreso, Mertxe Aizpurua.

Meses más tarde, en pleno confinamiento por la covid y con el Gobierno buscando apoyos para prolongar el estado de alarma, Lastra volvió a reunirse con EH Bildu, esta vez sin foto. A cambio de su apoyo, se comprometió a derogar “de manera íntegra” la reforma laboral del PP. La escandalera fue tal que los socialistas rectificaron a las pocas horas. Hoy, al Gobierno no le importa arrostrar las críticas de la derecha y pactar con la formación independentista vasca la derogación de otra emblemática norma de los años de Mariano Rajoy, la llamada ley mordaza. Y dejar que sean Aizpurua y su compañero Jon Iñarritu quienes den cuenta del acuerdo.

En octubre de 2023, el propio Pedro Sánchez, en plenas negociaciones para su investidura, se reunió por primera vez con Aizpurua. Las manos ya se estrecharon entre sonrisas. En el nutrido inventario de “cambios de opinión” del líder socialista, las relaciones con los abertzales ocupan un lugar de honor. En 2015, en una entrevista en Navarra TV mil veces recordada por sus detractores, llegó a afirmar: “Con Bildu no vamos a pactar. Si quiere se lo repito cinco veces o veinte”.

Si un analista político despertase hoy tras un sueño de una década, se asombraría al comprobar que los continuadores de la desaparecida Convergència cultivan la dialéctica rupturista, mientras los herederos de la antigua Batasuna participan plenamente de los usos de la política institucional. Un repaso a las votaciones en el Congreso muestra que Sánchez no ha tenido aliados más fieles que los dos grupos soberanistas vascos. Y últimamente la formación que comanda Arnaldo Otegi, con seis valiosos diputados, por delante incluso del PNV.

Con el tiempo se ha ido creando “un clima de respeto y confianza”, señala la portavoz de los abertzales, desde que en 2020 estos se limitaran a abstenerse en la anterior investidura de Sánchez. Tras las generales del 23-J, Otegi apenas tardó unas horas en anunciar el apoyo al líder socialista. En la actual legislatura sus diputados solo han dejado de votar con el Gobierno en contadas ocasiones y nunca en asuntos de gran relevancia. Una actitud que reconocen en privado tanto en el PSOE como en Sumar. “Tienen una estrategia muy clara para su plena normalización y de ella no se separan”, comenta uno de sus interlocutores en el socio minoritario del Ejecutivo. “Vienen sobre todo con una agenda social y no tienen prisa”. La competencia con el PNV, más visible en el Congreso tras las últimas elecciones vascas en las que Bildu rozó el sorpasso, obliga al Gobierno a uno de esos complicados juegos de compensaciones con sus aliados. “Pero no es como la pelea entre Junts y ERC. Los vascos son más maduros”, concluye la misma fuente. Lo que no quita los ataques del PNV a la nueva posición de sus rivales en el campo nacionalista. “Van a votar hasta ‘viva la Guardia Civil’ si hace falta”, ironizaba el portavoz peneuvista, Aitor Esteban, en una entrevista con EL PAÍS en septiembre.

“Nosotros no entramos en ese juego tan en boga de utilizar determinados posicionamientos políticos como arma de presión y de cara a los medios”, declara Aizpurua. “No jugamos a sorprender a nadie. Tenemos un criterio sobre lo que se debe hacer en cada caso y así votamos. Somos claros”. Con todo, su balance no pasa de “agridulce”. Echa en falta “más valentía en el Gobierno”, como en lo sucedido recientemente con el paquete fiscal. Su formación, junto a ERC y BNG, se sintió ignorada después de que el Ejecutivo pactase con Junts y PNV suprimir el impuesto a las energéticas. La exigencia de estas tres formaciones de la izquierda soberanista ha obligado al Gobierno a promulgar un decreto recuperándolo, aunque todo indica que no pasará el filtro del Congreso.

Aizpurua se muestra comprensiva con las dificultades del Ejecutivo: “Tiene que hacer equilibrismo. Si nadie [entre los socios] consigue todo lo que quiere, todos nos quedamos con un poco de frustración. Pero no hay otra”. Cree que el Gobierno debería intentar una estrategia distinta: en lugar de buscar acuerdos con cada partido por separado, negociar pactos globales con los flancos a la derecha y a la izquierda de toda su base parlamentaria.

Una de las cuestiones más llamativas de la política de EH Bildu en el Congreso ha sido su voluntad de poner el acento en cuestiones sociales y económicas por encima de las identitarias. Eso ha conferido gran protagonismo a su portavoz en estos temas, Oskar Matute. Las críticas frecuentes de la oposición contra los acuerdos entre el Gobierno y los abertzales suelen centrarse en los acercamientos de presos etarras al País Vasco. Aizpurua rebate: “Nosotros lo único que pedimos es que se cumpla la legalidad vigente. Y cumplir la ley es acabar con la dispersión y que los presos estén cerca de sus familias”.

En octubre pasado, el Gobierno se vio envuelto en una gran polvareda por la ley que, en adaptación de una directiva europea, permite contabilizar los años pasados en cárceles del extranjero como parte de las penas cumplidas. De ese modo, condenados por terrorismo pueden ver reducido su tiempo de estancia en prisión. La derecha reaccionó escandalizada, aunque el asunto quedó mitigado porque tanto PP como Vox habían votado a favor de la norma, según ellos, al no haber reparado en sus consecuencias.

Por mucho que la oposición recupere periódicamente el recuerdo de ETA, en la parte socialista del Gobierno consideran que el desgaste por los acuerdos con los abertzales ya está descontado. Lo subraya un ministro: “Bildu está haciendo lo que nos pasamos años pidiéndoles: política”.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.
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