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Y, de repente, te das cuenta

La creatividad no es un sustituto del conocimiento, sino su consecuencia

Arquímedes en la bañera, en un grabado alemán del siglo XVI.
Arquímedes en la bañera, en un grabado alemán del siglo XVI.UniversalImagesGroup (Getty Images)
Javier Sampedro

No hace falta ser Arquímedes para experimentar un momento eureka. Recuerda el episodio. El rey Hierón II, célebre tirano de Siracusa, encargó a Arquímedes que desarrollara un método para evaluar la pureza del oro de su nueva corona votiva; ya sabes, un típico problema de tirano. Hierón estaba mosca, porque le había dado al orfebre una cantidad precisa de oro puro para fabricar la corona y sospechaba que el orfebre le había sisado parte del oro y lo había sustituido por el mismo peso en plata. Pero no sabía cómo demostrarlo, así que se lo pidió al mejor científico de su tiempo.

Arquímedes empezó a darle vueltas al asunto. Vio enseguida que lo que tenía que medir era la densidad de la corona, puesto que el oro es el doble de denso que la plata. Pero claro, la densidad es el peso partido por el volumen, y medir el volumen de una corona de formas irregulares y caprichosas resultaba francamente difícil. Por fortuna, Arquímedes era un mediterráneo de costumbres higiénicas y decidió tomar un baño. Estaba metiendo el cuerpo en el barril, o lo que fuera aquello, cuando de repente halló la solución: el volumen de su cuerpo debía ser igual al volumen en que crecía el agua del baño. Para medir el volumen de la corona de Hierón, no tenía más que meterla en un recipiente de agua y medir cuánto subía el agua. Un momento eureka, y el primero que se llamó así. No he encontrado información sobre el destino del orfebre, así que dejaremos eso para otro momento.

Los físicos están fascinados con la mente de Einstein, y Einstein no era una excepción: también él estaba fascinado con su propia mente. Sabía que algunas de sus grandes ideas parecían haberle caído del cielo. Su favorita era esta: “Estaba sentado en una silla en la oficina de patentes de Berna cuando, de repente, se me ocurrió que, si una persona cae en caída libre, no sentirá su propio peso; este simple pensamiento me causó una impresión muy profunda y me empujó hacia una teoría de la gravitación”. Esa teoría es la relatividad general, que un siglo después sigue siendo uno de los dos pilares básicos de la física y el fundamento de la cosmología moderna. Un momento eureka.

Pero Einstein también percibió que esas aparentes epifanías, intuiciones o revelaciones súbitas eran en realidad consecuencia de conocimientos adquiridos y reflexiones anteriores. A Arquímedes no se le hubiera ocurrido lo de la caída libre porque, a diferencia de Einstein, él no estaba pensando en la gravedad ni en la aceleración, sino en la forma de las coronas y la medida de los volúmenes. La creatividad no es un sustituto del conocimiento, sino su consecuencia. Tu cerebro sigue trabajando mientras tú piensas en otra cosa, solo que tú eres inconsciente de toda esa exploración. Cuando el resultado aflora a tu consciencia, parece una idea caída del cielo. Pero del cielo no suele caer nada bueno.

Los psicólogos han puesto a sus voluntarios a resolver problemas tipo eureka, como esos en que solo puedes mover una cerilla, mientras se sometían al tormento de un tubo de resonancia magnética o cualquier cosa peor, y han visto una cosa curiosa. Cuando el voluntario experimenta el momento eureka, su cerebro muestra ráfagas de ondas neuronales de alta frecuencia en el lóbulo temporal derecho, encima de la oreja. Ese lóbulo está hiperconectado con muchas otras zonas cerebrales, tal vez esas áreas dispares del conocimiento que el momento eureka ha puesto de repente en contacto. También han detectado dos tipos de personas. Las que tienen más epifanías, o momentos eureka, suelen concentrar su actividad neural en zonas posteriores del cerebro, y los más analíticos muestran una parte anterior más activa. Ah, y los eureka distinguen mejor la verdad de la desinformación.

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