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Tribuna
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La influencia de la ‘machosfera’ de Estados Unidos se cura viajando

La razón de ser de la política debe ser generar acuerdos para resolver los inevitables desacuerdos de la sociedad

Donald Trump y Joe Rogan
Donald Trump (derecha) habla en el podcast de Joe Rogan (izquierda), el 26 de octubre de 2024.PowerfulJRE

Los viajes ilustran, nos decían mis papás hace décadas, y nos llevaban a mí y a mis hermanas a viajar fuera de la ciudad de México. “Aprendan, niños, que de esto no hay todos los días”, nos aseguraban. Así, descubrí entrañables sitios históricos y monumentos imprescindibles; me deleité con la nouvelle cuisine europea; pero, sin duda, la mejor enseñanza de viajar por el mundo fue conocer distintos modos de pensar y maneras de vivir en otros países.

El recuerdo viene a cuento porque hace unos días mi nieto Max me pidió le prestara un libro con argumentos contundentes para convencer a un amigo suyo, muy conservador, de que las teorías conspiradoras que pintan a los demócratas como monstruos que se comen vivos a los niños son falsas y causan enorme daño a la democracia. Mi nieto y su amigo tienen años de conocerse y se tienen mucho aprecio. Sus diferencias surgieron tras el triunfo de Donald Trump en la elección presidencial.

Mi nieto creció en un ambiente familiar que defiende el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, que aboga por un control razonable de la venta de armas, que respeta la Constitución, cree en la igualdad de género, en la libertad de expresión y en preservar el sistema democrático, pero no es un izquierdista furibundo. Su amigo creció en un entorno distinto, con papás ultraconservadores.

Al igual que a otros jóvenes, a mi nieto le preocupa lo difícil que es encontrar una vivienda a precio asequible, el desempleo, la corrupción, la criminalidad, las teorías conspiradoras, los prejuicios, los estereotipos, la discriminación racial y de género, y tener a un criminal convicto en la Casa Blanca.

Afortunadamente, sus preocupaciones no le han orillado a asociarse con grupos populistas de derechas o de izquierdas que se proclaman salvadores de la patria propagando “noticias falsas” a través de la machosfera (manosphere aquí en Estados Unidos), ese nefasto conglomerado de espacios virtuales que está desbancado a los medios tradicionales.

La información que reciben los jóvenes no pasa por los procesos de edición de los medios profesionales para espulgar falsedades. Su principal y a menudo única fuente de información es a través de plataformas como YouTube, Facebook, TikTok o Spotify, en programas conducidos por influencers como Joe Rogan y que tienen millones de seguidores. Utilizando Internet, nuevos ricos como Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg remodelan nuestra realidad al servicio de los poderes fácticos y envenenan a los jóvenes más vulnerables.

En mi juventud tuve algunas creencias que hoy me ruborizan. Fui el típico estudiante universitario mexicano que se manifestaba contra la desigualdad, al igual que mi papá; que protestaba contra el PRI, el partido que se perpetuaba en el poder, igual que mi papá. Donde diferíamos era en nuestro diagnóstico para solucionar los problemas del país. Yo pensaba que la solución la tenía la izquierda; él era un escrupuloso conocedor de la historia e ideológicamente de centroderecha.

Con el paso del tiempo, mi visión del mundo cambió. Dos viajes a Cuba me revelaron el estrepitoso fracaso de la revolución cubana, la miseria de su sistema económico y la injusticia de su sistema político. Durante un largo recorrido por la Unión Soviética y los países detrás del Telón de Acero sentí el agobio, la miseria y la desesperanza de rusos, checos, polacos, alemanes del Este y húngaros.

Mi larga estancia en Londres y más tarde en Heidelberg, y mis recorridos por Europa Occidental, confirmaron mi pertenencia a la civilización de Occidente. Y recorrer los países escandinavos me convirtió en un socialdemócrata porque aprendí que la razón de ser de la política debe ser generar acuerdos para resolver los inevitables desacuerdos de la sociedad.

Desde esta perspectiva, quisiera recomendarle dos cosas al amigo de mi nieto. Que lea a la filósofa española Adela Cortina sobre las virtudes de la socialdemocracia: “El bienestar se logra construyendo instituciones públicas sólidas, cultivando una cultura basada en la confianza, reduciendo la desigualdad, contando con buenos servicios públicos financiados con impuestos y con un índice elevado de participación política para crear un sistema de bienestar social que nivela desigualdades”. Y mi segunda sugerencia es recomendarle que viaje por el mundo para que descubra otros modos de pensar y otras maneras de vivir distintas a las de Estados Unidos. Los viajes sí ilustran y en muchos casos, convierten.

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