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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vox y sus contradicciones

El partido ultra elimina a los disidentes de Abascal, pero su base electoral crece

El entonces candidato a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo (izquierda) y el presidente de Vox, Santiago Abascal, durante la noche electoral castellanoleonesa de 2022.
El entonces candidato a la presidencia de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo (izquierda) y el presidente de Vox, Santiago Abascal, durante la noche electoral castellanoleonesa de 2022. Photogenic/Claudia Alba (Europa Press)
El País

La misma semana en que Santiago Abascal recibe en Madrid a sus socios europeos —entre ellos, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y la líder del Reagrupamiento Nacional francés, Marine Le Pen—, el exvicepresidente de Castilla y León y portavoz del partido ultra en la región, Juan García-Gallardo, ha dado el portazo y ha dejado su escaño autonómico y su puesto en el Comité Ejecutivo Nacional de la formación. En su carta de despedida no esgrime diferencias ideológicas, pero denuncia la falta de ética y lealtad de la “oligarquía” que gobierna su partido.

Vox es una formación joven: tiene 11 años de existencia y solo hace seis que entró en las instituciones. Sin embargo, ha prescindido ya de algunas de sus caras más conocidas: Iván Espinosa de los Monteros, Rocío Monasterio, Macarena Olona o García-Gallardo. Este último fue un fichaje personal de Abascal para las elecciones autonómicas de Castilla y León de 2022, en las que su partido consiguió entrar por primera vez en un Gobierno autonómico. Como vicepresidente, Gallardo no descolló por su gestión —carecía casi de competencias—, pero sirvió de escaparate para las líneas maestras de un hipotético futuro Gobierno PP-Vox en el conjunto de España. Las urnas de julio de 2023 no dieron los números para llevar a La Moncloa al tándem Feijóo-Abascal y este último retiró sus peones de los cinco ejecutivos de coalición que mantenía con los populares. ¿El pretexto? Un simbólico reparto entre todas las comunidades autónomas de parte de los menores inmigrantes que desbordan Canarias. Gallardo dejó de mala gana la vicepresidencia de la Junta, pero el detonante de su salida de Vox ha sido su negativa a firmar la expulsión de dos procuradores de su grupo parlamentario en las Cortes regionales. Aunque se ha desmarcado de las críticas de los díscolos, no ha querido servir de brazo ejecutor contra los disidentes de esa “oligarquía” a la que denuncia. Con la ruptura del grupo ultra en la Asamblea de Castilla y León, el presidente Fernández Mañueco, del PP, podría en teoría sacar adelante los presupuestos sin el apoyo de Abascal.

Mientras Vox queda reducido a la irrelevancia institucional en una comunidad donde ha sido decisivo, sube en las encuestas empujado por la ola reaccionaria mundial que ha sentado de nuevo a Trump en el Despacho Oval. El último barómetro de 40dB, publicado el lunes por EL PAÍS, le da el 14,2% de los votos, una cota no alcanzada desde las elecciones generales. En su calidad de presidente del partido europeo Patriots.eu, Santiago Abascal acudió en enero a la toma de posesión del mandatario estadounidense y este fin de semana recibe a los líderes de las formaciones de la ultraderecha más próximas a Putin. La paradoja es que un partido que hace bandera de la defensa de la soberanía nacional y del rechazo a la gobernanza global crezca en conexiones internacionales y vea crecer su base electoral mientras se desangra por dentro.

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