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columna
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La siesta del fauno

Si uno es rey debe saber que hace un millón de años los primates ya conocían el lado de desvalimiento que tiene el sexo

Privé
Portada del periódico holandés 'De Telegraaf', donde se incluyen las fotos robadas al rey Juan Carlos con Bárbara Rey.
Manuel Vicent

Se supone que durante millones de años los homínidos copularían al aire libre desprevenidos como el resto de los animales, pero en la historia de la evolución llegó un momento en que alguno de aquellos primates decidió esconderse a la hora de aparearse. No sería por pudor. Tal vez comenzó a intuir que, durante el coito, llevado por la ceguera del instinto, se sentía muy vulnerable. Durante el acto sexual había que bajar la guardia y dejar la espalda a merced de cualquier clase de peligro. Podía atacarle una fiera, podía un enemigo de la tribu contraria pegarle un garrotazo en el cogote y terminar así con la fiesta. Probablemente sería la hembra, más precavida, la que con el tiempo llevaría al macho hacia un escondrijo o se mostraría más receptiva si se sentía protegida por la oscuridad de la noche. Después de miles de años los humanos son los únicos entre todos los demás animales a quienes, salvo a algunos muy depravados, no les gusta que les sorprendan copulando y menos que se convierta esta actuación en un espectáculo. Por eso en el sexo consentido, más allá de toda moral, lo primero que hay que procurar es que no te pillen. Ignoro el motivo, pero es evidente que el sexo da mucha risa. Lo saben muy bien los humoristas. Basta con una insinuación que ataña a los genitales para que la gente rompa en carcajadas. “El sexo es sucio siempre que se haga bien”, dice Woody Allen. Aunque entre los amantes se establezca un amor muy delicado, digno de Petrarca, el sexo tiene siempre un lado ridículo. Reyes y villanos, sabios e idiotas, poetas y gañanes, todos llegan a la cima del placer de forma parecida. Sería terrible que en el orgasmo también hubiera clases. Cualquier villano puede ir a casa de su amante, ponerse la gorra del revés para hacer una paella seguida de una siesta del fauno, pero si uno es rey debe saber que hace un millón de años los primates ya conocían ese lado de desvalimiento que tiene el sexo. Si te pillan, no tendrá el pueblo mejor espectáculo.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.
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