Teoría y práctica contra los impuestos
Lo interesante, e inquietante, de este movimiento es que tienen un programa e influyen para implementarlo. No se usan subterfugios para exponer los principios de una filosofía cuyo enemigo es el Estado
Ya es una posición consolidada. La Comunidad de Madrid se afianza como la que tiene los impuestos más bajos. La siguen Vizcaya, Álava y Guipúzcoa. Y la última de la fila, atrapada en un infierno que imposibilitaría su desarrollo, Cataluña. “Tiene el doble de impuestos autonómicos en comparación con el resto de las regiones españolas”. Así lo argumenta el Índice Autonómico de Competitividad Fiscal dirigido por la economista Cristina Enache y que se dio a conocer a finales de la semana pasada. Igual que en 2023, mañana se presentará oficialmente en el Senado. A partir de las 10.30 intervendrán consejeros de comunidades presididas por el Partido Popular. El acto lo impulsa la institución que viene elaborando esta comparativa desde hace años: la Fundación para el Avance de la Libertad. Se trata de un think tank que se define como libertario y que está asociado a la Tax Foundation de Washington, cuyo presidente ―Daniel Bunn― no faltará a la cita del lunes. Su tesis sobre nuestra situación es clara y combativa. “España es un ejemplo claro de un país en el que su Gobierno ignora por completo las consecuencias y los efectos de las subidas de impuestos”. Si se suben, como ha ocurrido ya, condicionará las decisiones de empresas e inversores, se expulsará talento y capital.
“Fingir que esto no tiene consecuencias, pretender que todo va bien, pues es una forma de negacionismo fiscal”, declaró Bunn este verano al digital LibreMercado. Su ponencia en el Senado estará dedicada a la competitividad fiscal en el mundo. Hace pocos meses y azarosamente también en Madrid, en la jornada previa al Europe Liberty Forum, Bunn estaba llamado a participar en una mesa redonda en la que advertiría de los peligros de la armonización fiscal. Porque la tesis de Tax Foundation, que aplica a España, es que la competencia entre comunidades, más que provocar un dumping que beneficia a los contribuyentes de rentas altas, frena la voracidad fiscal. Los nombres de los integrantes de esta red siempre se repiten. En algo más de un mes se reencontrarán en otra reunión, esta vez en Times Square. Allí, entre otros, disertará un habitual: Javier Fernández-Lasquetty. En su carta de presentación defiende su acción en la Consejería del Gobierno regional al establecer este silogismo: “Avanzó en una política de reducción de impuestos y lucha contra la sobrerregulación. Durante este periodo, la Comunidad de Madrid alcanzó por primera vez el liderazgo económico en España”.
Lo interesante, e inquietante, de este movimiento es que tienen un programa e influyen para implementarlo. No se usan subterfugios para exponer los principios de una filosofía cuyo enemigo es el Estado. En la web de la Fundación para el Avance de la Libertad, por ejemplo, está colgada la traducción del manual Introducción a la fiscalidad escrito por Eamon Butler. Transcribo unas palabras que son reveladoras del cambio de paradigma que hace décadas trata de normalizar el neoliberalismo. “La fiscalidad, por tanto, no debe considerarse el distintivo de una sociedad moral generosa. Se basa en la coacción, socava la responsabilidad personal, desplaza la caridad, siembra la división, recompensa el poder y desalienta el trabajo, el ahorro y la creatividad”. Es una impugnación en toda regla del fundamento del Estado del bienestar. Teoría y práctica. No es extraño que Enache ―profesora del Máster en Matrimonio y Familia de la Universidad de Navarra― difundiese por redes el globo sonda que lanzó hace unos meses el presidente de la patronal y que provocó una memorable reacción televisiva de Enric Juliana: que los trabajadores recibiesen su nómina completa, dijo Garamendi, y fuesen ellos quienes ingresasen las cotizaciones ante la Seguridad Social. Así serían conscientes de que el Estado los roba. ¿Hablaremos así de solidaridad?
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