Todo vuelve. Incluso la mili
Lo mismo se ponen de moda una vez más los pantalones de campana y los pactos entre PP y los nacionalistas catalanes
Un tópico sobre la moda es que todo vuelve y que si alguien guarda esos pantalones de campana en el armario, en unos años podrá lucirlos de nuevo. Algo parecido pasa en política. Por ejemplo, esta semana ha vuelto un clásico: Convergència i Unió. Junts votó en contra de una proposición de ley para poner límites a los alquileres temporales de viviendas. En X algún tuitero se extrañaba de que Junts votara con PP, Vox y UPN, por aquello de la incompatibilidad de banderas. Pero otros recordaban que no tiene nada de raro que los partidos conservadores voten juntos y que, a pesar de los ochenta o noventa cambios de nombre, Junts sigue siendo CiU.
Gràcies a Junts, un lloguer d'un piset a Sants de 70 M2 per 2400€/mes serà completament legal pic.twitter.com/R7n9d27lDS
— #QueUsBombin (@perecullera) September 17, 2024
Molt de xou i molt de Puigdemont, però Junts mai deixarà de ser Convergència. https://t.co/aaG7y5uhoi
— Marc Lesan (@Marc_Lesan) September 17, 2024
También amenazan con volver los coches al centro de Madrid: el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha anulado varios preceptos de las Zonas de Bajas Emisiones del Ayuntamiento, tras un recurso presentado por Vox. De momento, las restricciones (y las multas) siguen vigentes, mientras vemos si el Ayuntamiento recurre la sentencia o, como en el caso de Barcelona, aprueba otra norma.
Aun así, la noticia animó a esos tuiteros que aparcan su Seat Ibiza al lado de la cama por si se despiertan en medio de la noche con ganas de ir al baño. Celebraban la decisión y aseguraban que iban a entrar por la Castellana derrapando. He de admitir que su entusiasmo era contagioso y esta mañana he estado a punto de pedirle al conductor del autobús que hiciera el favor de saltarse la ruta y se metiera por la Gran Vía a hacer trompos, y que luego aparcara en doble fila mientras yo bajaba a hacer unas compras. Nada mejor que volver a subir al coche (bueno, al bus), con siete bolsas y asegurar a los que se quejan de que “solo ha sido un minutito”. Otro clásico.
Siguiendo con los temas de toda la vida, el debate sobre si la mili debería volver también asoma de vez en cuando, aunque sin mucho éxito. La mili se acabó en España en 2001 gracias a otro clásico que podría volver en cualquier momento: los acuerdos entre PP y CiU. Pero esta semana se ha comentado en X la respuesta que ha dado Cándido Méndez, ex secretario general de la UGT, en una entrevista a El Mundo: “Defiendo la recuperación de la mili porque en España hay un deshilachamiento de la identidad nacional”. Alguno pedía que volvieran también “la peseta y los dinosaurios”, ya de paso.
Es verdad que Méndez no está solo, y no me refiero únicamente a los nostálgicos que recuerdan con cariño las guardias y las juras de bandera. En Europa hay gobiernos que se plantean su vuelta, como el de Alemania, y el ex primer ministro británico Rishi Sunak prometió volver a instaurar el servicio militar si ganaba las elecciones del pasado julio. Resulta difícil saber hasta qué punto la amenaza contribuyó a su derrota.
Que vuelva la mili, la peseta y los dinosaurios. pic.twitter.com/WQgavxNdUZ
— Jaume Mayor (@JaumeMayor) September 17, 2024
Cándido Méndez defiende la recuperación de la mili, porque, según él, se está deshilachando la identidad nacional.
— Esteban Navarro Soriano (@EstebanNavarroS) September 17, 2024
Si la identidad nacional es estar un año lejos de casa, tocándose los huevos, fumando porros, bebiendo y sin poder trabajar o estudiar, pues adelante. pic.twitter.com/30ScWVSw3u
Me da que los jóvenes estarían más orgullosos de su país si pudieran encontrar empleo estable y alquileres razonables, y no tanto por verse obligados a pasar varios meses pelando patatas y aprendiendo a montar y desmontar un cetme. Sé que lo de las patatas es más fácil y más rápido, pero quizás deberíamos solucionar antes lo de la vivienda y luego ya vemos cómo vamos de nacionalismo y si echamos en falta alguna bandera en el balcón.
Puede que todo vuelva, o que al menos amenace con volver, y puede que los pantalones de campana se pongan de moda una vez más. Pero siempre pasa lo mismo: nos los ponemos un par de veces, los enterramos de nuevo en el armario y luego pedimos a amigos y familia que borren todas las fotos en las que salimos con ellos puestos. Hay que romper el ciclo. La nostalgia es agradable, es un rincón calentito donde todo es familiar, pero también es muy peligrosa. La mili nunca sirvió para nada y esos pantalones nunca nos sentaron bien. Lo que pasa es que teníamos 20 años.
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