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Columna
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Asomarse al abismo y tirarse

A menos que cambie el candidato demócrata, la campaña está muerta. Será un espectáculo bochornoso y cruel al que no hay derecho que se someta a un político de la trayectoria de Biden

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al bajar del avión presidencial en Dover (Delaware).
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, al bajar del avión presidencial en Dover (Delaware).Elizabeth Frantz (REUTERS)
Fernando Vallespín

Cuando en un próximo futuro, caracterizado por la devastación de la democracia y otros males políticos, los historiadores reflexionen sobre cómo pudo llegarse a la presidencia de Trump, el facedor de todos los entuertos, tendrán que volver una y otra vez a este mismo momento en el que ahora nos encontramos. La pregunta de investigación será siempre la misma. ¿Cómo fue posible que los únicos que podían haberlo evitado, los políticos demócratas, fueran incapaces de hacer que Biden renunciara a su candidatura? A nosotros se nos está brindando la oportunidad de seguir este acontecimiento en directo, y no puede decirse que estemos menos perplejos. Los números cantan, no hay ninguna encuesta que dé la más mínima oportunidad de victoria al presidente; poco a poco los sondeos en todos y cada uno de los Estados decisivos, los battleground states, se van inclinando de forma cada vez más clara a favor de Trump, y el 75% de los estadounidenses piensa que Biden no está en condiciones de ejercer el cargo en un nuevo mandato. Y este último dato es el fundamental: en política las apariencias son la realidad, y no hay forma ya de revertir este juicio, aunque a Biden le dieran una pócima milagrosa y apareciera de repente lleno de vida y lucidez.

Entre otras cosas también, porque ya nadie habla de Trump y sus desvaríos, todo el foco se pone sobre el añoso presidente. A Trump, que seguramente tenga aún menos luces que Biden, le basta con controlar un poco su lenguaje para no acabar de espantar a los indecisos y no ofender a los votantes de la tercera edad. A menos que cambie el candidato demócrata, la campaña está muerta. Quedará como una larga serie de pruebas de la capacidad intelectual del afectado a las que asistirá la opinión pública mundial entre acongojada y divertida. Será un espectáculo bochornoso y cruel al que no hay derecho que se someta a un político de la trayectoria de Biden. Pero así lo está queriendo su entorno, sobre todo el más íntimo, y es imposible no suscitar la pregunta sobre el porqué de esta actitud, de esta perseverancia en sostener lo insostenible. La explicación convencional, la erótica del poder, o como queramos llamarla, no acaba de encajar, no hay explicación posible para esta tortura, nadie es tan extremadamente masoquista. Más aún cuando los grandes voceros de la prensa liberal, The New York Times o The Washington Post, ya se han pronunciado en contra, o el establishment de Hollywood —por medio de George Clooney— e innumerables donantes y miembros del partido. Quienes denuncian su incapacidad son también sus supuestos apoyos y amigos.

Pronto aparecerá algún libro donde se nos explique lo que está ocurriendo desde la perspectiva del insider. Pero ya será tarde. Para quienes lo observamos desde fuera, el elemento más trágico es que, en efecto, el presidente ya no es dueño de sus decisiones. Alguien de su experiencia política, y a la vista de todos los datos que van saliendo, no puede porfiar en esa actitud, no puede desear lo que está ocurriendo y lo que de forma casi inexorable acabe aconteciendo; a saber, entregar el poder a Trump sin pelea y encima pasar a la historia como el candidato senil que abrió las puertas a alguien que hará peligrar la democracia estadounidense. Y si esta hipótesis es cierta, que su deterioro le impide acceder a decisiones racionales, la siguiente pregunta no es menos aterradora: ¿Quién gobierna de verdad en Estados Unidos en estos momentos? Habrá que esperar a esos historiadores del futuro para que nos ofrezcan las respuestas. Ahora solo cabe esperar que se imponga la cordura y se busque un nuevo candidato cuanto antes.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
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