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El sueño de Sánchez

La inmensa mayoría de los medios aplaudió el acuerdo para renovar el CGPJ, con ganas o con la melancolía de la obligación

La bancada del PP (de la fila en el centro de la imagen, hacia arriba) escucha la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sesión de control al Ejecutivo en el Congreso, este miércoles.
La bancada del PP (de la fila en el centro de la imagen, hacia arriba) escucha la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la sesión de control al Ejecutivo en el Congreso, este miércoles.J. P. GANDUL (EFE)

Félix Bolaños y Esteban González Pons firmaron el martes en Bruselas la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y la promesa de su reforma para que la próxima vez que deba renovarse se haga sin tanta interferencia política. Una especie de última copa después de una noche loca que dura casi 40 años. Más allá de la vergüencita que da que el Gobierno y el PP necesiten que la Comisión Europea le tenga que poner al pacto su sello de autoridad para que los comentaristas no se coman al PP, que se puedan sentar sin morderse, aunque tenga que ponerse en frente una comisaria europea, ya es un avance. La inmensa mayoría de los medios aplaudió, con ganas o con la melancolía de la obligación, porque como decía ayer Carlos E. Cué, el lema “a Sánchez ni agua” era común entre los conservadores.

El Mundo editorializa que el acuerdo “no es el que habríamos deseado, pero sí es probablemente el menos malo de todos los verosímiles”. El diario de Joaquín Manso considera que “hay razones, por supuesto, para temer que quede en papel mojado, pero la UE ha asumido un papel de garante que tendrá que cumplir”. Es una forma de vender al lector que de incumplirse el pacto por alguna de las partes habría una actuación europea, pero en realidad lo máximo serían reproches porque la Comisión Europea medió a petición del PP (aceptada por el Gobierno) y no tiene competencias para forzar su cumplimiento. El editorialista de El Mundo advierte a don Alberto: “La probada obsesión del PSOE con el control de la Justicia invita a la desconfianza. La trayectoria del PP tampoco ha sido siempre limpia. Por eso someteremos el pacto a una exigente vigilancia”. Pueden estar tranquilas la ciudadanía y la Comisión Europea.

Al editorialista de Abc le da igual el contenido del pacto porque estima que el problema es uno de los firmantes, así que bien podrían haber rubricado la paz mundial y eterna que también le parecería mal. “El gran peligro no radica en el contenido del acuerdo, sino en la escasa credibilidad de Pedro Sánchez, y esa es la responsabilidad que ha decidido asumir sobre sus hombros Alberto Núñez Feijóo”, argumenta Abc. Como si don Alberto fuera responsable de un eventual incumplimiento por parte de don Pedro. Al diario que dirige Julián Quirós le parece que “el modo en el que el PSOE entiende las instituciones y la lesión deliberada a la separación de poderes ejercida durante los últimos años evidencian una pulsión desmedida por controlar los mecanismos y resortes de la Justicia”. El editorial no lleva ni una línea para explicar que el PP se negaba desde hace cinco años a la renovación del CGPJ.

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En caso de duda, Jiménez Losantos. El veterano periodista escribía el pasado viernes que “en el fondo, lo que supone entregar (se refiere a renovarlo según marca la ley vigente) el CGPJ como ‘mal menor’ es una de las dos líneas en que se debate la derecha desde la Transición: ser solo complemento o alternativa real a la izquierda”. El columnista aseguraba que a favor del pacto estaba “una parte del PP siempre dispuesta a rendirse al PSOE” y que tal acuerdo sería un problema para don Alberto porque “hundiría su liderazgo y mataría al PP como alternativa, que quedaría en manos de Vox y los alvises. El sueño de Sánchez”.

Pasaron apenas seis días y Jiménez Losantos hizo una bolita de papel con su columna, le puso un fisquito de sal y se la metió entre buche y buche. Este miércoles escribía que le parece mal el acuerdo, pero “mal menor”, porque la alternativa era que Sánchez nombrara “por las bravas, en una semana, a 30 jueces jóvenes e izquierdistas para las 30 vacantes del Supremo, asegurando 20 años de dominio rojo en la justicia”. Si el enmascarado Mbappé, merengue sin estrenar, es incapaz de evitar un triste empate contra el veterano culé Lewandowski, incluso jalando del cariacontecido petit prince, qué otra cosa podía hacer don Federico que mostrar piedad con don Alberto, olvidar que el pacto hace una semana era “el fin de la democracia” (Ayuso dixit) y certificar “el sueño de Sánchez”.

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