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Columna
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Las camas

Ahora que empieza el verano, con baile de termómetros y cambios de temperatura, el lecho se llena también de conflictos humildes en la vida cotidiana

camas
Viacheslav Peretiatko (Getty Images)

Como la vida lo mezcla todo, los lugares más importantes son también los lugares del conflicto. Pensemos en la cama, el reino de los peores sueños y los mejores naufragios, emplazamiento de la agitación y el descanso, el amor y la enfermedad. Pero nunca conviene estancarse en los extremos. Ahora que empieza el verano, con baile de termómetros y cambios de temperatura, la cama se llena también de conflictos humildes en las situaciones de la vida cotidiana. Una vez desaparecidas las mantas, quedan las negociaciones con el cobertor, la colcha o la cobija. Hay noches en las que el cuerpo se siente frío en la hermosa soledad de las sábanas y noches en las que un cubrecamas se convierte en una molestia que no permite negociar con el bienestar de nuestro desnudo.

Debemos tener cuidado a la hora de hacernos la cama. Porque desatender las realidades del cobertor puede resultar una imprudencia, pero quedarse en las discusiones exteriores, olvidándonos de la realidad de carne y hueso, la que afecta a la piel de la vida, puede resultar más peligroso. Conviene saber abrigarse a tiempo y también aprender a quedarse desnudo. Y conviene tomar decisiones acertadas en los cambios de temperatura, buscar abrigo, pero sin que los edredones del mundo nos confundan y nos hagan olvidar lo que sucede debajo de ellos, la intimidad en la que habitamos con nuestros sueños de cada día. Si malo es el frío que nos aleja, muy malo es el calor que nos envuelve para confundir la respiración con un infierno. Lo podemos comprobar en la ira mediática que nos llena de noticias escandalosas, denuncias y debates ardientes. Así no se puede descansar.

Creo que junio es un buen mes para olvidarnos de los cobertores y recuperar la cercanía con nuestros cuerpos desnudos y nuestros pijamas. La piel es un lugar imprescindible para pensar en el amor, o en los cuidados, al margen del ruido diarios que nos cae en forma de edredón.

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