Plan para acorralar el tabaquismo
Las medidas aprobadas por Sanidad y las comunidades autónomas demuestran que la lucha partidista puede quedar fuera de objetivos como la necesaria protección de la salud pública
España refuerza su lucha contra el tabaco con una nueva estrategia para desarrollar de aquí a 2027. El Ministerio de Sanidad ha aprobado un plan nacional que tiene como objetivo reducir el consumo en toda la población y especialmente entre los jóvenes. Para ello extenderá la prohibición de fumar en espacios públicos y compartidos en los que ahora está permitido, subirá el precio y equiparará al tabaco las nuevas formas de fumar como los vapeadores o cigarrillos electrónicos, que ahora se comercializan sin apenas restricciones de venta o publicidad. Aunque no llevan la gran cantidad de sustancias tóxicas que hay en un cigarrillo, contienen nicotina, son adictivos y son un modo engañoso de iniciación al tabaco entre los jóvenes.
Contra todo pronóstico, el plan ha salido adelante en la reunión del Consejo Interterritorial de Salud con el apoyo de las comunidades gobernadas por el PP, que en días anteriores se habían desmarcado y, en algún caso, criticado duramente. Finalmente, ha habido acuerdo y hay que celebrarlo, porque la lucha contra el tabaquismo es un objetivo de salud pública que no debería ser objeto de disputa partidista.
Esta hoja de ruta marca la estrategia de los próximos años contra el tabaquismo, identificado como la causa más importante de enfermedad y muerte prematura. Está relacionado con enfermedades cardiovasculares muy prevalentes, como infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares, y diversos tipos de cáncer, entre ellos el de pulmón. A partir de ahora, el Gobierno deberá desarrollar las 22 medidas acordadas en proyectos legislativos y nuevas normativas, como la del empaquetado genérico sin referencia a la marca, que ya se ha implantado en una veintena de países.
El apartado más peliagudo será definir los nuevos espacios libres de humo. La parte más conflictiva será la prohibición de fumar en las terrazas de bares y restaurantes, a la que se oponen los restauradores que han invertido en habilitar espacios exteriores para albergar a los fumadores. Por estar al aire libre puede parecer que no hay peligro para los fumadores pasivos, pero no es así.
Entre las medidas que se han demostrado más disuasorias, después de las restricciones, está el aumento del precio del tabaco. Ya ahora, los impuestos representan en España el 79% del precio que se paga, pero hay países en que supera el 95% y hay margen de subida respecto de los países del entorno. El precio medio por cajetilla aquí es de 4,5 euros, frente a los 13,4 de Irlanda o los 10,2 de Francia.
Ahora es preciso concretar el desarrollo. Sobre la necesidad de seguir ampliando las medidas antitabaco no hay debate científico, sino intereses que habrá que sopesar en relación al bien común. El plan cuenta con el apoyo unánime de las sociedades científicas. El espíritu de todas las normativas antitabaco es luchar contra una de las mayores amenazas para la salud mediante estrategias que vayan recluyendo el hábito de fumar a los espacios estrictamente privados y acaben haciendo posible una sociedad libre de humos tóxicos.
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