Solidaridad y respuestas en Valencia
El incendio mortal que ha conmocionado a toda España demanda una revisión a fondo de los riesgos en edificios residenciales
Al menos nueve personas, cuatro de ellas miembros de una misma familia, fallecieron este jueves en Valencia en el interior de sus domicilios cuando un edificio de viviendas ardió por completo en cuestión de horas. La cifra es provisional y corresponde a una primera inspección ocular. Otras 15 personas resultaron heridas, seis de ellas bomberos que lucharon de forma heroica durante la tarde y la noche contra un incendio de una voracidad sobrecogedora. Las imágenes en directo de un inmueble de 14 pisos ardiendo como una pira han conmocionado a España y desatado una ola de solidaridad. Ayer por la mañana, el complejo residencial de 138 viviendas, que podría estar en cualquier barrio de clase media, había quedado reducido a un cascarón ennegrecido.
El origen del fuego está siendo investigado, y las actuaciones judiciales son secretas. Pero a falta de certezas técnicas, hay circunstancias que alimentan el horror. El fuego se originó a las 17.35 en el balcón de un séptimo piso. En solo media hora se había extendido por la fachada hasta envolver toda la construcción. El fuerte viento a esa hora en Valencia, con rachas de 60 kilómetros por hora, aceleró la propagación de las llamas. Pero las dudas se centran en saber cuáles fueron los elementos inflamables —en la fachada o en la estructura— que contribuyeron a convertir un suceso localizado en un espanto que atrapó a varios vecinos en sus casas en cuestión de minutos.
Las normas antincendios se actualizaron en 2007, pero este proyecto se terminó en 2008, antes de que entraran en vigor, por lo que responde al código de construcción de 1996. Parte de las respuestas saldrán del sumario judicial y de la investigación recién abierta. Los primeros datos conocidos no revelan irregularidades. En estas horas iniciales, la especulación, si bien es comprensible por la sorpresa y el horror, solo añade confusión y angustia.
Según datos de la Fundación Mapfre, en 2022 se produjeron en España más de 18.000 incendios y explosiones en viviendas: murieron 176 personas, el número más alto en una década. La mayoría de los siniestros se producen en los meses de invierno y por fallos eléctricos. El incendio del barrio de Campanar puede tener características que lo hacen excepcional, pero no debe quedar archivado en las hemerotecas como una desafortunada casualidad.
Un suceso de esta magnitud provoca en la sociedad un miedo legítimo que no resuelven los juzgados. La conmoción interpela a administraciones, constructoras y aseguradoras a realizar una necesaria labor de supervisión de un tipo de construcción tan común en España desde los años del bum inmobiliario. El horror de Valencia debe ser la palanca para hacer una revisión a fondo de los riesgos y dar a los ciudadanos respuestas tranquilizadoras.
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