Urge el Estado palestino
Ha llegado el momento de que los deseos de paz de la UE den paso a los hechos, como refleja la iniciativa de Josep Borrell
Sin Estado palestino no habrá paz ni seguridad. El punto de llegada del proceso de paz iniciado en Madrid (1991) y Oslo (1993) dejaba la puerta abierta a una resolución final que pudiera comportar la creación de un Estado palestino conviviendo con Israel. Arruinados definitivamente los esfuerzos de tres décadas por el atroz ataque de Hamás del 7 de octubre en territorio israelí y por la desproporcionada e indiscriminada respuesta militar de Israel en Gaza, avanza ahora una fórmula que implica la inversión temporal de los términos y que está obteniendo amplio consenso internacional, incluso por parte de Estados Unidos. Se trata de convertir el reconocimiento del Estado palestino en la premisa de la paz, y no en su consecuencia. Es la que contempla el plan presentado ayer por el Alto Representante de la Política Exterior Europea, Josep Borrell, a los ministros de Exteriores de los Veintisiete.
El propósito implícito es contribuir de momento a la máxima presión sobre Israel para que salga de Gaza en vez de prolongar la guerra y acrecentar el balance de muertos, heridos y destrucción hasta poner en riesgo el futuro de la Franja como hábitat de los palestinos. De ahí la dura y directa interpelación de Borrell a Benjamín Netanyahu ante su repetida negativa a aceptar los dos Estados: “¿Qué otras soluciones tiene en mente? ¿Obligar a todos los palestinos a partir? ¿Matarlos a todos?”.
La Unión Europea busca el fin de la guerra y está dispuesta si hace falta a participar en la imposición internacional a las partes de los términos de los acuerdos que los implicados nunca han sido capaces de culminar. El nuevo plan de paz debe ser integral e incluir todos los aspectos del conflicto, en vez de seguir el método gradualista que caracterizó los anteriores. Se trata de garantizar la seguridad para toda la región, para Israel y para Palestina, en vez de dejar vacíos propicios a la ruptura del proceso. Mientras se pone en marcha, la UE propone terminar la guerra, aliviar la situación humanitaria en la Franja, evitar la escalada regional, obtener la liberación de los rehenes, fortalecer la Autoridad Palestina y comenzar la recuperación y reconstrucción de Gaza y de las comunidades del sur de Israel atacadas por Hamás.
De ahí la reunión previa al Consejo de Exteriores con los correspondientes ministros árabes y con los titulares israelí y palestino. El plan europeo incluye la celebración lo antes posible de una conferencia internacional —Madrid y Bruselas se postulan como sede— no ya para abrir un proceso sin fechas sino para culminar con el Estado palestino al cabo de un año. El camino no será fácil. De entrada, no es novedad el bloqueo tajante del Estado palestino por parte del actual Gobierno israelí, en abierta disputa con la Casa Blanca por el mismo motivo y presionado además desde su propio país por los familiares de los rehenes, desalentados por una estrategia que prioriza la guerra sobre la liberación de los secuestrados y que ha obtenido hasta ahora tan terribles resultados.
Por otro lado, y pese a los esfuerzos de Borrell, la UE sigue sin tener una sola voz respecto al conflicto entre Israel y Hamás. A la reclamación de países como España o Bélgica de un alto el fuego inmediato se opone la reticencia de otros como Alemania o Austria. Mientras, Francia e Italia se suman a las críticas ante las crecientes cifras de civiles palestinos muertos. Hay, no obstante, que celebrar que, pese a las discrepancias, los Veintisiete coincidan en que una paz duradera pasa por la solución de dos Estados.
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