_
_
_
_
ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Y Pablo derrapando con su moto

Sofía Vergara ha puesto de relieve que los deslices machistas del presentador de ‘El Hormiguero’ no pueden obviarse más tiempo

Sofia Vergara y Pablo Motos, en 'El Hormiguero', en una imagen del programa.
Sofia Vergara y Pablo Motos, en 'El Hormiguero', en una imagen del programa.GTRES
Nuria Labari

Va El Hormiguero y tuitea con orgullo una foto de Sofía Vergara que dice: “Programa más visto. 5.100.000 espectadores únicos”. Y aquí paz y después gloria. Aunque lo más destacable de la entrevista de Pablo Motos a Sofía Vergara no es cuánta gente la vio, sino lo que pensó y expresó una muy buena parte de la audiencia. “¡Es decir que 5.100.000 vieron cómo Sofía ponía en su sitio al misógino de Pablo Motos?”, responde @gabyravelo, por citar solo una de los cientos de respuestas que han celebrado los zascas de la actriz colombiana al presentador. Los tuits, memes, reels, vídeos de TikTok y comentarios se multiplicaron por miles.

“Admiro todo lo que hace Sofía Vergara aquí, pero sobre todo admiro que ni media sonrisa cuando ninguna gracia. Exactamente la misma ausencia de sonrisa en Taylor Swift en los Globos de Oro. Se acabó también el sonríe que estás más guapa”, tuitea @laurabarrachina. Con toda razón. Porque es de agradecer que Sofía Vergara derribe el estereotipo de la mujer estrella que sonríe como prueba de su encanto femenino a todo lo que le dicen. Y a la que tan acostumbrados —y acomodados— están muchos presentadores, como Pablo Motos. Hay en esas sonrisas establecidas una forma de servir a lo que se espera de una mujer que ha llegado a lo alto de la fama, del poder o del dinero. Mientras la seriedad y la sobriedad expresiva del hombre agrandan su masculinidad, en la mujer se espera la calidez y la acogida, cuyo símbolo es, sin ninguna duda, la sonrisa. Es más que habitual ver callar y sonreír a mujeres por televisión ante chistes o comentarios machistas que no tienen ninguna gracia.

Por eso, creo que en esa sonrisa hay también una ausencia. Pues, en el fondo, lo que se pide a una mujer que aparece en un plató como el de El Hormiguero es que no esté allí, o al menos que no intervenga en profundidad y, por supuesto, que no alborote el gallinero. En este sentido, Vergara no cumplió con las exigencias del guión. “Haz preguntas más precisas si no quieres que te conteste genéricamente”. “¿Te caigo mal o qué?”. “¿Hablas mejor inglés que yo?”. “¿Cuántas veces te nominaron a los Globos de Oro?”… Por cada pregunta impertinente que hizo, Pablo Motos recibió una respuesta adecuada. Y recibió muchas.

¿El resultado? La audiencia celebró en masa que Sofía Vergara mostrara un talante combativo ante un presentador cuyos deslices machistas no pueden obviarse más tiempo. Bien por ella. Y bien por todas las personas que estábamos mirando. Porque uno de los efectos de la televisión, quizá en mayor medida que otros medios, es el imitativo. Y no hay duda de que muchas mujeres, grandes y pequeñas, habrán encontrado en las respuestas de la actriz un nuevo espejo en el que mirarse, con un repertorio de gestos y conducta que no sirven a la imagen femenina instalada en la mentalidad de la comunicación de masas. “Os dejamos por aquí a la Sofía Vergara de la suerte para que tengáis respuestas para todo”, comparte en Instagram la revista feminista Pikara. Y, en efecto, Sofía es inspiración. Aunque parece que lo único que ha inspirado en El Hormiguero es orgullo de espectadores únicos. Lo que no debería olvidar Pablo Motos es que la audiencia es sentimiento antes que número. Por eso, presumir de millones después de una entrevista bochornosa no es un buen augurio. Es mejor escuchar y rectificar. Después de todo, los presentadores, además de gustar a muchos y de gustarse mucho, también pueden equivocarse. Y hasta disculparse.



Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_