El machismo persiste sin complejos en televisión
Azafatas e invitadas atractivas, preguntas denigrantes y tópicos superados. La figura de la mujer en el infoentretenimiento sigue atada a arquetipos obsoletos
La polémica desatada a finales del pasado noviembre en torno al programa El hormiguero, después de que su director y presentador, Pablo Motos, se diera por aludido por una campaña del Ministerio de Igualdad contra el machismo, a pesar de que no se pronunciaba su nombre, hizo volver los ojos a la opinión pública hacia el prime time televisivo. “Es indecente”, dijo Motos, indignado, una reacción recurrente cada vez que un presentador de entretenimiento televisivo afronta una situación de este tipo. “¡Ladran, luego cabalgamos!”, entonó Juan y Medio en 2017 en directo en su programa La tarde, aquí y ahora, tras la polémica escena en la televisión pública andaluza en la que destrozó a tijeretazos el vestido de su compañera, Eva Ruiz, desnudándola en directo, y que, frente a las quejas recibidas, provocó que el ente se comprometiese a impartir cursos contra el machismo entre sus trabajadores. “¡Fascista, el machista eres tú!”, alegó Javier Cárdenas cuando era conductor de Hora punta en La 1 en la misma época, y señaló a la web Vertele por criticar que desnudase y cosificase a tres chicas en un plató de televisión para llevar a cabo un truco de magia (no era la primera vez que el catalán actuaba así, en el pasado ya había intentado que despidieran de su trabajo a una oyente de su programa en Europa FM que denunció sus comentarios machistas). Bertín Osborne suele agarrarse a la misma respuesta con distintas versiones cuando le recuerdan las críticas que generan sus comentarios y actitudes en televisión: “Me parece un gilipollas el que me llame machista”.
¿Y si nuestros hijos cambiando de canal se encuentran con esto en la tele pública andaluza? ¿Creerán que es divertido hacerlo a otras niñas? pic.twitter.com/9EhHELkc2j
— Teresa Rodríguez 🇵🇸 ۞ (@TeresaRodr_) September 8, 2017
Las redes como denuncia
Pero el debate social sobre el lastre machista del prime time que generó el incidente de El hormiguero no es un fenómeno aislado. Al calor de esta cuarta ola feminista y el poder que las redes sociales han dado a los televidentes —erigidos como agentes de opinión en los ciclos de indignación de la conversación digital—, la repulsa social frente al machismo y la heteronormatividad televisiva se ha multiplicado. Un fenómeno que se ha autorregulado en los últimos años mediante el uso de hashtags o tendencias del día en redes, que recogían después los medios de comunicación. Y el programa en el que supuestamente van a divertirse los famosos no es el único que no ha pasado el examen de igualdad.
Ha habido trending topics similares al del programa de Pablo Motos con Carlos Herrera preguntando a sus televidentes “si las mujeres mentían mejor que los hombres” en el desaparecido Cómo lo ves en TVE —el mismo en el que Salvador Sostres defendió que el acoso sexual «es subjetivo» y que la Ley de Violencia de Género es «fascista»—. Con Risto Mejide llamando “calientapollas” a chavalas a las que solo les gusta abrazar a sus compañeros de piso (“Esto en mi pueblo tiene un nombre, lo voy a decir, es una calientapollas”, dijo en el estreno de All you need is love). O con Bertín Osborne en Mi casa es la tuya, como cuando le regaló un delantal a Miguel Poveda, artista que ha hablado abiertamente sobre su homosexualidad, y le dijo, asumiendo que ellas siempre cocinan o que a todos les gustan las mujeres: “Esto se lo das a tu madre o a tu novia”.
La entrevista como semáforo rojo
“El sesgo más evidente de desigualdad en el infoentretenimiento son las entrevistas”, alerta la periodista y profesora en la Facultad de Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) Carme Ferré Pavia. Esta académica ha publicado junto a Marta Llanos La figura de la mujer en programas de infoentretenimiento en España: el resistente techo de cristal, un estudio de 2020 que tenía como objetivo analizar las manifestaciones del rol de género femenino en cinco programas de televisión en España.
Tanto Ferré Pavia como Llanos detectaron que los programas que mezclan la información con la comedia y el entretenimiento, englobados en el macrogénero del infoentretenimiento, son de los más vistos de la televisión. Por ese motivo, en su investigación se analizó cuantitativamente y cualitativamente las intervenciones femeninas durante una semana en cinco programas de éxito: El intermedio (La Sexta), El hormiguero (Antena 3), La resistencia (Movistar+), Late Motiv (Movistar+) y Polònia (TVC).
Aunque Ferré Pavia defiende que su estudio “fue de carácter exploratorio”, la investigación concluyó que existían sesgos evidentes en la forma de vestir entre hombres y mujeres (“a ellos se les asocian tonos oscuros asociados a la seriedad; a ellas tonos coloristas o pastel para destacar su feminidad”), que “la cosificación del género femenino era evidente en todos los programas”, que las mujeres aparecen en menor medida que los hombres y que las de ellas, en la amplia mayoría de los casos, tenían que responder a un atractivo normativo para aparecer en pantalla.
Un fenómeno que se acentúa especialmente en las entrevistas, territorio abonado para cometer micromachismos. “Pasa especialmente en El hormiguero, pero también se da en el resto de los programas”, advierte la académica. Y recuerda que no solamente las colaboradoras en pantalla tienen que responder a una telegenia normativa, como pasa con Pilar Rubio en El hormiguero o Sandra Sabatés en El intermedio (“figuras que refuerzan el tópico indecente y ofensivo del presentador gracioso y la copresentadora tía buena”), sino con las mujeres invitadas: “Allí las diferencias de atractivo todavía se acentúan más, las mujeres entrevistadas en el 90% de los casos son guapas y los invitados, en contraste, no tienen por qué serlo”.
El tópico persiste
Uno de los puntos más interesantes de la investigación de Ferré Pavia fue la entrevista a mujeres guionistas de dos de los programas analizados (Pilar de Francisco de Late Motiv y Júlia Cot de Polònia) sobre su implicación formal con la imagen de la mujer. Del encuentro cabe destacar dos ideas sobre por qué persisten algunos tópicos sexistas en estos programas. Ambas concluyeron que los más evidentes se han desterrado no por la indignación social o por autorregulación, sino porque ya no funcionan entre el gran público (“Al menos si aspiras a un público mainstream. Un chiste es gracioso si se compra la premisa, pero si bromeas con la idea de que ‘las mujeres conducen mal’ y tu público no piensa eso, el chiste no va a funcionar”, dijo De Francisco). También que en la mayoría de casos si se obvian cierto tipo de bromas es por el miedo a verse en la diana de los ciclos de indignación social (”¿Por qué se siguen ofreciendo estos contenidos? Pues porque todavía funcionan y es mucho más fácil hacer estos chistes que repensar [...]. Este nuevo tratamiento más respetuoso no se hace desde la convicción ni desde un análisis profundo de género, sino que lo hacen porque creen que lo tienen que hacer para no ser criticados en las redes”, apuntó Cot).
En los últimos 10 años, entre el 1 de enero de 2012 y el 30 de noviembre de 2022, el Instituto de las Mujeres recibió 662 quejas por supuestas conductas machistas detectadas por los televidentes en la programación de Mediaset y Atresmedia (Mediaset tuvo 527 denuncias y Atresmedia, 135). Y aunque la media de El hormiguero es recibir una queja por programa —por ejemplo, solo llegó una por la polémica entrevista de Las chicas del cable, pero sí llegaron dos sobre un programa en el que Ricardo Darín y su hijo Chino Darín se reían abiertamente con un chiste de una violación que contaba Karlos Arguiñano en antena—, desde la institución aseguran que más allá de la dictadura de la telegenia, hay otras muchas barreras que derribar: “Sobre todo en cuanto a uso de la imagen de las mujeres como objeto y el refuerzo de estereotipos sexistas que sustentan la idea de subordinación de las mujeres a los intereses y deseos masculinos, asociada esta, en ocasiones, a la idea de competencia entre mujeres”, explican.
Hace más de 20 años que se publicó el estudio ¿Cómo se ven las mujeres en televisión?, que analizaba los estereotipos sexistas catódicos de este país, apostando por cambios que todavía no se han cumplido. Y aunque el medio ha evolucionado y la tele de Valerio Lazarov en la que las “chicas chin-chin” se paseaban semidesnudas por ¡Ay, qué calor! y las mamachicho hacían lo propio en Tutti frutti suena lejana, aunque ya nadie resiste sin dormir para ver a Ana Obregón duchándose empapada al final de Qué apostamos, la telegenia sigue imperando entre las trabajadoras y azafatas de televisión. Aparecen durante la cena en El Intermedio y durante el almuerzo en La ruleta de la suerte. Siguen ahí, con más ropa, pero siempre sonrientes.
Para remediar estas actitudes, desde el Instituto de las Mujeres abogan “por una mayor formación y capacitación de los y las profesionales que elaboran dichos contenidos”. Y recuerdan que la Ley Orgánica de Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres y la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, de 2004, recogen varias referencias al tratamiento de la imagen de las mujeres en los mensajes y contenidos de los medios de comunicación, “con especial atención a los medios de titularidad pública, pero también con una referencia a los medios de titularidad privada, señalando la promoción de acuerdos de autorregulación”. Una lectura que también se da en la Ley General de Comunicación Audiovisual, donde se incide en transmitir una imagen igualitaria y no discriminatoria de mujeres y hombres. Lo dicen las leyes, ahora solo falta que se cumplan.
Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.