Traduciendo al Rey
El columnismo patrio traduce el discurso de Felipe VI al pueblo, no fuera este a entender que el Monarca pedía que se comportaran todos y no estaba abroncando a Pedro Sánchez
“Estimados súbditos míos: Les pido por favor que se lleven bien porque llevarse bien es mejor que llevarse mal y porque aspiro a dejar a mi hija Leonor un reino en orden y no un quilombo continuo de gritos y acusaciones cruzadas. ¡Compórtense, carajo!”, dijo Felipe VI, que había vuelto de la toma de posesión de Javier Milei en Buenos Aires con un buen cargamento de alfajores y algunas expresiones porteñas. El mensaje era claro: pórtense ustedes bien. Pero el columnismo patrio tenía que traducirlo al pueblo, no fuera a entender que el monarca pedía que se comportaran todos cuando a nadie escapaba que su intención era abroncar a don Pedro, gobernador del Reino.
Jorge Bustos escribió en El Mundo que el rey dijo una palabra que es tabú: España. El Diccionario de la Real Academia define tabú como “condición de las personas, instituciones y cosas a las que no es lícito censurar o mencionar”. Según Bustos, decir España se ha vuelto tabú por la “coyuntura gubernamental”. ¿Pidió el rey a sus súbditos que se llevaran bien? Leyendo a Bustos parece claro que no. Lo que hizo fue dar paso a “una calidez identitaria”, a la reafirmación nacional. Eleva la formación del espíritu nacional leer a Bustos cuando se le hincha el corazón patriótico.
Arcadi Espada, insigne lector de esta columna a quien servidor agradece sus halagos, va contracorriente y critica al rey por decir a sus súbditos que “deberíamos tomar mayor conciencia del gran país que tenemos para así sentirlo más y cuidarlo entre todos”. Espada cree que de gran país nada, un truño, que España es “un país profundamente reaccionario, solo que la reacción es ahora de izquierdas”. Y que el rey tiene que decirle “la verdad a los ciudadanos”. Que no sea usted neutral, majestad, que le atice bien atizado a don Pedro, porque de lo contrario sus palabras son insustanciales, vacuas, vanas, fútiles e inútiles, que es como la RAE define el “inane” que usa Espada.
Isabel San Sebastián estaba exultante con el discurso del monarca. Y es una gran noticia porque significa que San Sebastián se ha centrado, porque la alternativa es impensable. Escribe la columnista de ABC que “el Rey resiste el asalto de las fuerzas que han aupado a Sánchez al Gobierno” y si su majestad no tiene ninguna culpa del uso que hagan de sus palabras las tropas fachosféricas, está claro que estas usan su figura, que sigue teniendo una valoración ciudadana en general positiva (porque de lo contrario Tezanos hubiera preguntado ya), para sacudir a sus enemigos políticos.
Carlos Dávila escribe en OkDiario (ya ven, rascando en el fondo del cubo) que el Rey no es ni tonto ni un bodoque y que su discurso se convertirá “en un boomerang que el PSOE y su Gobierno estalinista de dinamiteros va a estrellar en el rostro del monarca”. Y entonces, como fuente de autoridad, cita a Franco. Que es una forma rarísima de ser constitucionalista.
Los diarios con más poso y años, como El Mundo y ABC, todavía tienen ciertos frenos y dejan los comentarios más burdos para la sección de Opinión. Pero en algunos digitales ultra les cuesta separar opinión de información y así titulan una pieza informativa con un “Felipe VI advierte a Sánchez: hay que respetar a todos los poderes del Estado”, como firma Antonio Rodríguez en The Objective, un diario inexplicable. En el mismo digital Fran Carrillo firma “Sin Constitución, no hay España” y uno se pregunta dónde nacimos los que vinimos al mundo antes del 29 de diciembre de 1978.
Álvaro Nieto escribe que este año Felipe VI no soltó un discurso con “los tópicos de otras ocasiones”. Y uno cree que Nieto, si lo hubiera pensado dos veces, no le hubiera dicho al Rey que sus discursos anteriores estaban cargados de tópicos. O sí lo pensó dos veces, porque unos párrafos más adelante dice que “este no ha sido un discurso cualquiera del Rey”. Cerremos este jueves con un villancico para don Álvaro. Cante conmigo: “Filloas de sangue, Galicia embutida: ¡Fai un sol de carallo!, ¡Galicia caníbal!”.
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