Abascal y la estrategia del odio
Al mencionar la violencia física contra Pedro Sánchez, Vox cruza una nueva línea en su escalada agresiva


El líder de Vox, Santiago Abascal, considera que la situación en España es tan aciaga y el presidente Pedro Sánchez alguien tan dañino que “habrá un momento en que el pueblo querrá colgarlo por los pies”. La frase supone un grado de agresividad hasta ahora desconocido dentro de la espiral de polarización que lidera la ultraderecha y que demasiadas veces ha tratado de relativizar la derecha moderada. El exabrupto de Abascal encontró una condena unánime e inmediata de todas las formaciones, incluido su socio de gobierno en comunidades autónomas y ayuntamientos, el Partido Popular, que, sin embargo no quiso dejar pasar la ocasión de repartir responsabilidades con el agraviado, con Sánchez. Aun así, es una buena noticia comprobar que la sociedad no está todavía anestesiada ante el veneno retórico de Vox y que los líderes políticos saben reaccionar ante una expresión de odio impropia de un diputado, jefe del tercer partido de España.
Las declaraciones se produjeron durante la visita de Abascal a Argentina como invitado a la toma de posesión de Javier Milei. Allí pudo compartir unas horas con otros líderes de la ultraderecha global, como el húngaro Viktor Orbán, el brasileño Jair Bolsonaro y el propio Milei. La frase, aparecida en el diario Clarín, se pronunció a miles de kilómetros de España y entre quienes reconocen a quien la dijo como uno de los suyos.
Santiago Abascal, que alguna vez ha comparado a Sánchez con un “dictador”, estaba proyectando una imagen codificada para quien quisiera entender. El dictador italiano Benito Mussolini murió ajusticiado por los partisanos cuando trataba de huir del país en 1945 y su cadáver fue exhibido colgado de los pies. En sus discursos, el líder de Vox hace continuas menciones a personajes y situaciones de la Europa de los años treinta y a la Guerra Civil. Son referencias que denotan el ambiente cultural en el que se mueve un hombre que espera llegar a gobernar España en coalición con el PP. En esta ocasión, puso sobre la mesa una imagen de violencia física contra el presidente del Gobierno que excede todos los límites de la crítica política. La ocasión exige poner coto a la abyecta estrategia de convertir el debate público en una espiral de provocaciones que solo beneficia a los más radicales por la vía de imponer su agenda y su retórica.
El PSOE anunció ayer que denunciará ante la Fiscalía un posible delito de odio, al entender que Abascal está incitando a la violencia. El encaje penal de esas declaraciones está por dilucidar en el contexto político, donde prima por principio la libertad de expresión. Pero está claro que Abascal traspasa una frontera respetada desde tiempos de la Transición. Será interesante ver qué recorrido da la justicia a una cuestión que puede ayudar a dilucidar las fronteras de la agresión verbal en la política española, especialmente en un momento en que esas fronteras se ponen a prueba a diario.
La polémica ha servido también para retratar la creciente tensión en la derecha, entre un PP que gobierna con los ultras en ayuntamientos y autonomías y un Vox que lleva al límite la paranoia antisanchista. Ambos se acusaron mutuamente ayer durante el debate sobre la ley de amnistía de hacer el juego a Sánchez. El pasado 23 de julio el PSOE esquivó una derrota electoral con el argumento principal de frenar a la ultraderecha. El PP fue el partido más votado, pero Alberto Núñez Feijóo no es presidente porque ningún grupo parlamentario está dispuesto a apoyar una mayoría de gobierno en la que participe Vox. Si alguien sigue sin entender por qué, Santiago Abascal se lo ha vuelto a dejar bien claro.
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