El bautismo como dádiva
La Iglesia propaga un mensaje de aparente inclusión de los homosexuales y las personas transgénero que, en el fondo, dice lo de siempre: “No son como nosotros”
Algunas buenas noticias llegan revestidas de un maquillaje que apenas oculta un gesto de rechazo. El 14 de julio, el obispo de Santo Amaro, Brasil, José Negri, envió una consulta al Vaticano sobre “la posible participación en los sacramentos de personas transexuales y homosexuales”. El Vaticano respondió con una carta suscripta por el papa Francisco que, desde el 31 de octubre, se estableció como doctrina: las personas católicas transgénero y los hijos de parejas homosexuales pueden recibir el bautismo. Para alguien de fe es importante: si se cree en la frase de Jesús ―”quien no crea en mí, ni sea bautizado, será condenado”―, estar impedido de recibirlo da miedo. Es una buena noticia: la Iglesia decidió que esas personas también son seres humanos. Pero la cosa tiene condiciones. En la respuesta a Negri se aclara que las personas transgénero están autorizadas a recibir el bautismo solo “si no se dan situaciones en las que exista el riesgo de generar escándalo público o desorientación entre los fieles”. En relación al hijo de una pareja homosexual “adoptado u obtenido mediante otros métodos como el vientre subrogado”, se dice que se lo puede bautizar, pero que “debe haber una esperanza fundada de que será educado en la religión católica”. ¿Qué origen tienen esas sospechas, salvo el prejuicio? ¿Por qué una persona transgénero sería más proclive a “generar escándalo” que una persona heterosexual? ¿En qué consistiría ese “escándalo”? ¿Hay mayor prueba de que alguien será educado en la fe católica que el mismo hecho de estar procediendo a su bautismo? ¿Existe presunción de que, apenas después de bautizarlo, una pareja homosexual correrá a convertir a su hijo a otra fe? La Iglesia propaga un mensaje de aparente inclusión que, en el fondo, dice lo de siempre: “No son como nosotros”. Si yo fuera una persona católica homosexual o trans, devolvería la dádiva al remitente. Sin dudarlo.
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