Por qué abandono Twitter
La alcaldesa de París explica por qué deja la red social a la que acusa de haberse convertido en una herramienta de destrucción de la democracia
He tomado la decisión de abandonar Twitter.
Twitter, lejos de ser el revolucionario medio que inicialmente hizo que la información estuviera al alcance del mayor número posible de personas, se ha convertido en los últimos años en una poderosa herramienta de destrucción de nuestras democracias.
Ya se trate de la manipulación, la desinformación, el fomento del odio, el acoso, el antisemitismo y el racismo declarado, o los ataques despiadados contra científicos, climatólogos, mujeres, ecologistas, progresistas y todos aquellos de buena voluntad que desean mantener un debate político pacífico en un mundo cada vez más complejo, el catálogo de abusos no tiene fin. Por no hablar de las injerencias exteriores diarias en los procesos electorales, destinadas a desestabilizar nuestras democracias y a socavar su imagen y su soberanía.
Hoy, la polémica, el rumor y la grosera manipulación gobiernan el debate público, alimentados por el algoritmo de Twitter, donde lo único que cuenta es el número de likes. La verdad poco importa.
Esta plataforma y su propietario agudizan de forma intencionada las tensiones y los conflictos.
Es más, impide a propósito transmitir la información imprescindible para llevar a cabo la transformación ecológica y energética que tanto necesitamos, en favor de argumentos de los escépticos del cambio climático que solo se guían por su interés en los combustibles fósiles y una codicia sin límites por el planeta. Podemos seguir negando, aclarando y explicando, pero el ruido que produce una noticia errónea tendrá mayor eco que una verdad demostrada.
No nos engañemos. Estamos ante un clarísimo proyecto político que pretende relegar la democracia y sus valores en beneficio de poderosos intereses privados.
El último informe de transparencia sobre el control de contenidos, publicado por el propio Twitter, sitúa a Francia en el primer puesto de Europa en contenidos violentos e ilegales.
Este medio se ha convertido en una gigantesca cloaca mundial, ¿y debemos seguir sumergiéndonos en ella?
Lo vemos todos los días: Twitter impide el debate, el afán de verdad y el diálogo sereno y constructivo que necesitan los seres humanos. Con sus miles de cuentas anónimas y sus granjas de trolls, la vida en Twitter va contra la vida democrática.
Me niego a respaldar este perverso plan.
Creo profundamente en la democracia que todavía se construye.
Creo en el diálogo, en estos tiempos tan difíciles.
Nunca deberíamos aceptar el acoso fruto de ataques malintencionados.
No debemos permitir que los “ingenieros del caos” se hagan con el control de nuestros destinos.
No deberíamos aceptar la desintegración diaria de nuestras democracias a través de nuestras pantallas.
En marzo de 2009, fui una de las primeras políticas francesas en unirme a esta red, y cuento hoy con una comunidad de millón y medio de seguidores en el mundo entero.
Para ser fiel a mis convicciones y a mi compromiso, hoy abandono Twitter.
Permaneceré en otras redes sociales en las que todavía es posible mantener un diálogo respetuoso. Necesitamos más que nunca preservar viva la democracia auténtica, ya sea a través de los ayuntamientos, las asambleas municipales, los referendos, las conferencias o las reuniones. Son lugares donde la gente se ve, discute, construye junta y simplemente convive.
Cuando todo está oscuro, hay que buscar la luz y a esos grandes líderes que, en determinados momentos de nuestra historia, nos han mostrado el camino. “Debemos aprender a vivir juntos como hermanos, o moriremos juntos como idiotas”, nos dijo Martin Luther King a principios de los años sesenta.
Podemos confiar los unos en los otros y encontrar el camino de vuelta a la democracia, la paz y la fraternidad. Solo depende de nosotros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.