Buenos socialistas
Si demonizamos al adversario, todo se reduce a la victoria o la derrota. Pero si lo que se pretende es salir de un ‘impasse’ de bloqueo, el marco debe ser el diálogo entre partidos, no un absurdo rescate a la desesperada
Convencer a algunos “socialistas buenos” es la última propuesta del portavoz de Vox en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, para impedir un nuevo Gobierno de Pedro Sánchez. Un puñado de héroes de la resistencia sacados de las filas del PSOE genuino (el no contaminado por el virus sanchista) junto a la abstención de Vox permitiría, así, que llegue “la hora de los patriotas”, como proclamó en campaña su colega Giorgia Meloni. No solo hay que impedir que Sánchez rompa la unidad de España, sino también que desmantele un país convertido en reino de taifas nacionalistas con tal de mantenerse en el poder.
La ocurrencia no solo refleja la hipermoralización y el identitarismo que llena nuestra política, como aquella referencia a los “españoles de bien” de Rosa Díez en la lejana manifestación de Colón. La solución mágica de Vox es sintomática de este marco divisorio, faccional y tóxico en el que habitamos. No se busca el interés general, pues la hipermoralización cierra el paso al lenguaje de la negociación y la transacción. Si demonizamos al adversario, todo se reduce a la victoria o la derrota. Pero si lo que se pretende es salir de un impasse de bloqueo, el marco debe ser el diálogo entre partidos, no un absurdo rescate a la desesperada de cinco figuras que estarían, ahora sí, en el lado bueno de la historia para salvar a España de su balcanización. Nada tiene que ver esto con las razones del orden político. Todo son aspavientos moralistas, retórica de la autenticidad.
Ese marco es el que dificulta el entendimiento entre los dos grandes partidos. Si la política se plantea como una cruzada contra los infieles (terroristas, populistas, comunistas o independentistas) capitaneada por un presidente reducido a la caricatura de un psicópata, no hay diálogo posible. Una elección fijada por quien partía con ventaja como un plebiscito presidencialista definido por su carácter binario (convalidar o rechazar “el sanchismo”) deriva necesariamente en un resultado de suma cero: el todo o la nada. Por eso, aunque Ayuso y las baronías se afanen en aparentar el rescate de Feijóo, es su propio marco electoral quien lo ha dejado invalidado. Urge salir de este maniqueísmo del bien contra el mal y hablar de política, de ideas, de proyectos, de valores. También del marco de una España amenazada por los bárbaros y el discurso identitario de la nación y la autenticidad que agrada a una secta mientras excluye a los que están fuera, a quienes han decidido oponer a esa idea monolítica una basada en el pluralismo y la diversidad. La confrontación de los dos bloques en el Congreso sigue basada en el choque de las dos supuestas Españas, pero tal vez podríamos aprovechar esta legislatura para pensar un proyecto político territorial que el Partido Popular se atreva a discutir. Desde la política. Y que esa conversación no esté bloqueada por un planteamiento binario con dos campos irreductibles definitivamente cerrados y trazados, algo que se parece demasiado a un referéndum: ¿Sánchez sí o Sánchez no? Porque los plebiscitos, ay, los carga el diablo.
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