España vota avanzar
Nada de lo que se anticipaba mayoritariamente ha ocurrido. Bajo el radar había, al parecer, un número de electores que nadie registraba y que van a hacer inviable un Gobierno del PP
Ninguna de las encuestas ha sido capaz de captar lo que estaba ocurriendo en estas elecciones generales. Los escenarios manejados planteaban una victoria del PP. Nadie parecía tener duda a este respecto. La única incógnita por despejar parecía concentrarse en si el PP necesitaría incorporar a Vox al Gobierno de España. De ahí las llamadas de su presidente al voto útil que este domingo Santiago Abascal le afeó. Pero nada de todo eso que se anticipó ha ocurrido. Bajo el radar había, al parecer, un número de electores que nadie registraba y que van a hacer inviable un Gobierno del PP. Qué ridículas suenan hoy aquellas palabras de Alberto Núñez Feijóo en el arranque de campaña cuando, sin pudor, planteaba ya su estrategia a seguir para garantizarse su sesión de investidura con la abstención del PSOE: “llamaré a los barones del PSOE”, dijo.
Durante muchos años el mapa político España fue descrito como un ejemplo de bipartidismo imperfecto. PP y PSOE eran los dos grandes partidos con capacidad para poder gobernar el país solos o apoyándose en los partidos nacionalistas clásicos (PNV y CiU). Eran tiempos en los que José María Aznar hablaba catalán en la intimidad. Lo recuerdan quienes acumulan algunas cuantas primaveras, pero los electores más jóvenes han conocido ya un Congreso de los Diputados más fragmentado donde la gobernabilidad requiere una aritmética parlamentaria más sofisticada. Las últimas noches electorales ya permitían hablar de ganadores y perdedores; pero la resaca de análisis se prolongaba durante semanas hasta que las matemáticas hacían posible el éxito de la sesión de investidura. Y, para ello, es necesario sumar 176 diputados que impone la Constitución. También las elecciones del 23-J van a dejarnos semanas de discusión. La democracia parlamentaria, y no falsas narrativas sobre la lista más votada, es lo que tiene.
Pero volvamos a los datos que arroja el recuento de este domingo. El PP ha ganado las elecciones. Ha ganado en votos y escaños. Ha recuperado la posición de primera fuerza política que perdió en 2015. El PP es el partido más votado. De hecho, los más de 130 escaños logrados este domingo dejan muy lejos los 89 escaños que obtuvo Pablo Casado después de tocar fondo en 2019. Alberto Núñez Feijóo ha recuperado más de 2.300.000 votos, pero los escaños obtenidos no cumplen sus expectativas, ni se aproximan a esa mayoría que el propio Núñez Feijóo reclamó en campaña para gobernar sin cargas. El PP tampoco ha logrado otro de los objetivos que se planteó para estas elecciones. De hecho, los escaños obtenidos no superan los obtenidos por PSOE y Sumar. Y, lo peor, los resultados hacen prácticamente imposible un Gobierno del PP. Una circunstancia que podría llegar a complicar el futuro político de quien hoy preside el principal partido de la derecha. No es exagerado decir, por todo ello, que nunca tantos escaños sirvieron para tan poco.
El PSOE ha mejorado los resultados en votos y en escaños respecto de las elecciones de 2019. Pedro Sánchez ha recuperado más de 730.000 votos. No es la fuerza política más votada pero la distancia que le separa del PP, apenas un 1%, no es relevante para nadie. Algo que, curiosamente, tampoco lograron captar las encuestas durante la campaña. Los análisis políticos se sucederán en los próximos días a partir de un estudio de los datos más sosegado, pero hay algunas evidencias que no pasan desapercibidas. Citaré solo dos. La primera: la estrategia de Pedro Sánchez de convocar elecciones generales tras los resultados de las elecciones municipales y autonómicas se ha demostrado exitosa. La segunda: los acuerdos de gobierno de PP y Vox en autonomías y municipios han perjudicado claramente las expectativas de gobierno de Alberto Núñez Feijóo, activando al electorado de izquierdas que ha frenado así un Gobierno de la derecha contra la ultraderecha.
Con todo, los resultados electorales han sido particularmente malos para Vox. Los 52 escaños que actualmente tiene la ultraderecha en el Congreso de los Diputados se han quedado reducidos a 33 escaños y el sueño de formar parte del Gobierno de España ya no será posible, aunque mantenga su tercera posición como fuerza política. ¿Cómo se relacionará ahora el PP con Vox? Es una pregunta que no tiene fácil respuesta en la medida en la que el PP está atrapado con esta alianza por sus acuerdos en Comunidades Autónomas y ayuntamientos.
Por lo que afecta a Sumar, es obvio que la fuerza política que lidera Yolanda Díaz no ha tenido el resultado electoral que probablemente buscaba, pero el hecho cierto de que sus escaños puedan ayudar al PSOE a conformar una mayoría de gobierno le permite presentarlos como garantía de un gobierno de progreso. El reto de Sumar pasa ahora por consolidarse como partido y terminar de suturar heridas en un espacio político muy plural y con una estructura todavía poco sólida.
Resulta impresionante el descalabro sufrido por Ezquerra Republicana. No es el caso de Junts per Cataluña que resiste y se hace relevante para una potencial investidura de Pedro Sánchez. No pasa desapercibido tampoco el resultado obtenido por Bildu que avanza en votos y escaños superando, por primera vez, al PNV quien ya no podrá rentabilizar lo que hasta la fecha ha implicado tener el monopolio de la agenda vasca en Madrid. Unos y otros seguirán, sin embargo, siendo relevantes en la sesión de investidura de un gobierno que, al margen de las dificultades, podrá seguir siendo un Gobierno progresista. Veremos.
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