OTAN y China: la cuerda se tensa
En la cumbre de Vilnius ha sido evidente cómo la Alianza ha subido el tono: Pekín representa un “desafío sistémico” y sus “políticas coercitivas” desafían los “intereses, seguridad y valores” de Occidente
En la agenda de la OTAN, China ocupa cada vez más espacio. En la cumbre de Vilnius esta semana ha sido evidente cómo la Alianza ha subido el tono: Pekín representa un “desafío sistémico” y sus “políticas coercitivas” desafían los “intereses, seguridad y valores” de Occidente. Que esto figure así en el comunicado final, tajante y sin contemplaciones, aun sabiendo lo mucho que a los chinos les desagrada que los señalen, muestra lo tenso que está el ambiente.
Hace unos días, el número uno de la diplomacia china, Wang Yi, se soltó en una conversación con diplomáticos japoneses y surcoreanos: “Los estadounidenses y los europeos no pueden distinguir a los chinos de los japoneses o los coreanos. No importa si nos teñimos de rubio o nos operamos la nariz, nunca seremos occidentales. Necesitamos saber dónde están nuestras raíces”, dijo, según el diario Le Monde. Wang apeló a la complicidad asiática porque sabe que la OTAN lleva tiempo cortejando a sus vecinos. Desde el año pasado, Australia, Japón, Nueva Zelanda y Corea del Sur participan como invitados en las cumbres de la Alianza. La tesis oficial de Pekín es que esta busca dividir a la región de Asia Pacífico para sacar provecho de la confrontación. Y que EE UU malmete a los europeos para que le cierren el paso a China.
Es interesante distinguir las agendas que se mezclan en este asunto. A la OTAN le preocupa que China colabore con Rusia en la guerra de Ucrania, pero hay más. Pekín está expandiendo su capacidad nuclear y modernizando su ejército. Cada vez es más asertiva en el mar del Sur de China y en torno a Taiwán, la isla autogobernada democráticamente que el Gobierno de Xi Jinping quiere incorporar a su territorio. Además, está ganando terreno en sectores tecnológicos e industriales clave, infraestructuras críticas, materiales estratégicos y en las cadenas de suministro. Eso asusta y crispa a EE UU y a la UE. Un ejemplo es la guerra de los chips: Washington impone sanciones cada vez más duras a las firmas chinas de semiconductores y Pekín restringe la exportación de minerales que se necesitan para fabricar tecnología avanzada.
En el fondo son dos pulsos a la vez. Uno lo libra la mayor organización militar del mundo, la que reúne a las principales democracias, contra Rusia y China. Va ganando la OTAN porque en apenas dos años ha pasado de estar en “muerte cerebral”, como dijo el presidente Emmanuel Macron, a lograr una inyección de apoyo y dinero que no habría soñado antes de la invasión rusa. A eso hay que sumar el músculo que supone la adhesión de Finlandia y la invitación a Suecia. El segundo pulso, lógico y más sutil, lo echan EE UU y los aliados de la UE por cuánto y cómo enfrentarse a China. Algunos países europeos tienen miedo de plegarse al guion americano, aunque a la vez quieran proteger sus industrias. @anafuentesf
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