Degradar la campaña
El cuestionamiento del PP del voto por correo y el uso electoral del terrorismo atropellan la democracia
La estrategia de difundir bulos que cuestionen la limpieza de las elecciones del próximo 23-J por parte del candidato del PP, Alberto Núñez Feijóo, incurre en una irresponsabilidad democrática impropia de un aspirante a la Presidencia del Gobierno. Correos ha tenido que desmentir que esté en riesgo el voto ante las dudas que ha expresado Feijóo. Pedir a los carteros que actúen “con independencia” de sus jefes contiene la insinuación velada de que los jefes obstaculizan la llegada del voto a los electores. Otro modo de la misma estrategia la adoptó Donald Trump al promover la idea de que solo valía su victoria y cualquier otro resultado sería fraudulento. El mismo día en que se celebraban las investiduras de los presidentes autonómicos del PP en la Comunidad Valenciana y en Extremadura, con la extrema derecha de Vox en sus gobiernos, se ponía en circulación la insidia que cuestiona la limpieza del proceso electoral. Tanto si el objetivo es desviar la conversación pública de los riesgos de incorporar a Vox a los gobiernos de la España del siglo XXI como si se trata de cuestionar anticipadamente un resultado peor del esperado la irresponsabilidad es la misma.
El carácter desestabilizador de los bulos consiste en sembrar sospechas para identificar la causa de un potencial fracaso de las expectativas de la derecha y hacer culpable de un resultado insatisfactorio a un voto por correo presuntamente manipulado o bien obstaculizado por el Gobierno. La novedad no son las insinuaciones, que han estado ya en otras etapas del PP, sino que el líder del partido asuma un mensaje tan corrosivo para un sistema refrendado por los principales organismos de evaluación, como la OSCE, que considera de máxima calidad al sistema electoral español. Es verdad que la deslegitimación de los resultados electorales desfavorables es un viejo clásico de la derecha española. Ya se apuntó en las últimas municipales y autonómicas y se remonta incluso a elecciones en las que venció Felipe González en 1993, ahora admirado por quienes entonces quisieron tumbarlo y admitieron después que para conseguirlo se había “rozado la estabilidad del Estado”. Ahora, la ilegitimidad del Gobierno actual ha sido uno de los mantras frecuentes desde la misma moción de censura de 2018, alentado tanto por el PP como por la ultraderecha de Vox.
Feijóo parece decidido a repetir los ejes de la campaña de Ayuso en Madrid, en la insinuación de pucherazo y en relación con otro asunto tan grave como la persistente utilización del terrorismo como munición electoral: un asunto que nunca debió entrar en la refriega de partidos que han sufrido la violencia a partes iguales y mucho menos desde los 13 años que lleva extinguida la banda terrorista. El Partido Popular tiene todo el derecho a homenajear a Miguel Ángel Blanco en el aniversario de su asesinato, lo que violenta el dolor de toda la sociedad española por aquel crimen es meterlo en campaña al prometer Feijóo “seguir derrotando a los secuaces de ETA” el mismo día que Díaz Ayuso aseguraba en un tuit que a los “totalitarios” se “les está dando desde el Boletín Oficial del Estado” lo que no lograron obtener por las armas y el terror. La aberración de esa frase perseguirá a ambos al no haber corregido ni matizado una falsedad de tal magnitud. Permitir la circulación de mentiras de ese calibre en materia tan sensible como el terrorismo o sobre la limpieza democrática del sistema electoral no solo degrada a uno de los dos grandes partidos de su historia reciente, sino que degrada a la democracia española.
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