Si el objetivo fuera salud para todos, ¿cómo sería la economía?
Un nuevo reporte de la OMS propone una narrativa capaz de percibir la salud como una inversión, en lugar de un mero gasto, y que entienda la economía y el bienestar como entidades interrelacionadas
En noviembre de 2020, cuando aún circulaban variantes mortales de la covid-19 y estábamos lejos de la ansiada vacuna, el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Dr. Tedros Adhanom, anunció la creación del Consejo de Economía Salud para Todos. Liderado por la renombrada economista Mariana Mazzucato, conocida por sus estudios sobre la relación entre innovación, políticas públicas y crecimiento económico, el Consejo también incorporó a diez mujeres economistas, líderes en su campo, provenientes de los cinco continentes. Se apoyó de un secretariado, liderado por la OMS, integrado por un equipo de investigadores internacionales. Tuve el honor de formar parte de este equipo de investigación multidisciplinario tras haber respondido a una convocatoria internacional de la OMS. Entre los investigadores de este equipo internacional, colaboramos académicos del King’s College en Reino Unido, la Escuela de Economía de Kiev en Ucrania, la Universidad Técnica de Estambul en Turquía, además de quien escribe estas líneas, profesor en el Tec de Monterrey en México.
Acorde con los tiempos de la pandemia, aún dominados por restricciones de movilidad y el distanciamiento social, el Consejo trabajó durante toda su vida en modalidad 100% remota. Cuando pensamos en el nómada digital, a menudo imaginamos a un programador colaborando con Silicon Valley desde una playa en el trópico. Sin embargo, el trabajo remoto también abrió nuevas oportunidades para hacer política pública y participar en las grandes discusiones globales desde cualquier rincón del mundo. De esta manera, desde el comedor de nuestras casas, un grupo de investigadores internacionales, bajo la dirección de una de las intelectuales más destacadas de la actualidad, pudo colaborar estrechamente con la OMS, instituciones financieras internacionales, organizaciones no gubernamentales de alcance global y líderes en el campo de la salud y la economía, para repensar la relación entre estos dos sectores.
El pasado 23 de mayo de 2023, el Consejo presentó su reporte final “Transformando la Economía para Atender lo que Importa” en el Palacio de las Naciones en Ginebra. Incluye 13 recomendaciones que ofrecen una nueva manera de pensar en la economía en pro de la salud. Entre los fundamentos de este importante reporte se encuentran valorar y medir mejor lo que realmente importa, financiar la salud con una perspectiva a largo plazo, dirigir los esfuerzos de innovación mediante una inteligencia colectiva hacia el bien común y fortalecer las capacidades del estado para asegurar gobiernos eficientes. Además, como legado, el Consejo deja informes de política pública y siete libros blancos que abordan la relación entre salud y economía, tratando diversos temas como el financiamiento y respuesta a pandemias, modelos de financiamiento en salud, y la importancia de la política industrial en el ámbito de la salud.
La profesora Mazzucato afirma que, ahora más que nunca, es claro que la actividad económica debe estar en sintonía con la salud humana y la del planeta. Se requiere una nueva narrativa económica capaz de percibir la salud como una inversión, en lugar de un mero gasto, y que entienda la economía y el bienestar como entidades interrelacionadas. A su vez, las decisiones de política económica determinarán si continuamos enfrentándonos a las consecuencias de las crisis de salud o si optamos por avanzar hacia una nueva economía política que priorice el objetivo de ‘Salud para Todos.’ Mazzucato concluye que es posible adoptar un enfoque distinto, permitiendo que los países transiten desde la corrección reactiva de los fallos del mercado hacia la creación proactiva y colaborativa de mercados que prioricen la salud humana y planetaria.
Si la salud para todos fuera nuestro objetivo, probablemente, haríamos un mejor esfuerzo por entender su valor. Veríamos la salud como un derecho humano en el que vale la pena invertir. Cuidaríamos mejor el medio ambiente, colocando nuestra salud en primer lugar, evitando la contaminación y la degradación ambiental. Invertiríamos más y mejor en nuestros sistemas de salud pública. La innovación estaría al servicio de la salud, dirigiendo la creatividad hacia inversiones que nos permitan vivir más y mejor. Tendríamos gobiernos que trabajarían de manera coordinada e integral en soluciones para mejorar nuestra salud. Tendríamos una economía que, habría evitado la tragedia de la pandemia del COVID-19, con sus casi 15 millones de muertos, billones de dólares en pérdidas y casi 100 millones de personas que fueron empujadas hacia la pobreza.
Repensar la salud y la economía pasa necesariamente por la reforma de nuestras instituciones financieras globales, esto ha quedado de manifiesto como una de las recomendaciones centrales del Consejo. La profesora Mazzucato reafirmaba esta idea la semana pasada durante la cumbre del Nuevo Pacto Financiero Global en París: “tenemos que recordar que para contar con ‘Salud para Todos,’ se requieren mayores recursos y mejor calidad de financiamiento.” Pasar de la emergencia de la pandemia a la difícil tarea de fortalecer financieramente nuestros sistemas de salud será un enorme desafío; sin embargo, empezamos a ver señales de cambio. Por ejemplo, uno de los acuerdos más destacados de la cumbre de París fue el anuncio conjunto de la OMS y bancos de desarrollo multilaterales regionales sobre la creación de una nueva plataforma para el financiamiento de la salud primaria, con un monto de 1.5 mil millones de euros.
El mensaje es claro. La salud humana y planetaria no puede ser responsabilidad exclusiva de un solo secretario de estado. Es imprescindible un enfoque multisectorial, donde los gobiernos actúen de manera integral para enfrentar los complejos retos que se presentan. En el caso de la academia, es necesario entender que el estudio de la salud pública exige una participación multidisciplinaria en la que se incluya a la comunidad médica, economistas, abogados y otros científicos sociales.
La experiencia del Consejo, al integrar un Secretariado internacional que ha trabajado en modalidad remota para elaborar este informe, evidencia nuevas oportunidades para la colaboración global en la formulación y diseño de políticas públicas. Las barreras geográficas ya no son un obstáculo. En lo personal, esta experiencia única me deja claro que los países del sur global no podemos ser simplemente observadores pasivos en los asuntos de la agenda global. Desde América Latina, tenemos el reto de reconocer y aprovechar nuestra capacidad para sumarnos a estos debates, utilizando nuestra experiencia para enriquecer las discusiones en el escenario mundial y, posteriormente, implementar estas ideas en nuestros propios países.
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