Orgullo y esperanza
Los lectores escriben sobre los derechos del colectivo LGBTI, la falta de recursos en los centros educativos, las elecciones del 23-J y sobre el intento de rescate del submarino que descendía al pecio del Titanic
Oigo tambores y me asomo a la ventana. Una batucada de mujeres enfundadas en camisetas moradas y ondeando banderas arcoiris, avanza bajo el sol seguidas por unas poquitas personas y unos cuantos policías. Cuando cesan los tambores arranco un aplauso acompañada por otros pocos más. Vivo en una ciudad con un apodo poco amable, Fachadolid. Mis hijos de ocho y diez años van a un colegio público del centro con gran diversidad en el alumnado. Este año han compartido la extraescolar de teatro con un niño con el que no comparten curso pero al que seguro conocían de vista. Ese niño viste de rosa y lleva el pelo largo. Para la obra de fin de curso eligió ser una princesa ataviada con sus mejores galas. A ese niño le gusta que le llamen por su nombre, que es masculino, y cuando ha surgido la duda lo ha hecho saber. En ningún momento mis hijos han manifestado ninguna duda a cerca de esto, y eso me llena de orgullo y esperanza.
Carolina Calvo Senovilla. Valladolid
Equipos sobrepasados
Los equipos de orientación de los centros educativos están saturados, sobrepasados. Cada curso aumenta la chavalería que padece trastornos de conducta, ansiedad, depresión, de espectro autista, de déficit de atención, hiperactividad, ideas suicidas, etc., por no hablar de acoso escolar o entornos familiares complejísimos. La UNESCO recomienda un orientador por cada 250 alumnos. En mi centro hay uno para 1.200. No se da abasto. Es imposible, con los medios que hay, dar respuesta a tantos problemas. La solución pasa, sí o sí, por aumentar los recursos, los profesionales. La chavalería es el futuro de este país, atendámosla ahora.
Germán Trugeda Escudero. Torrelavega
Escenarios del 23-J
El único escenario que nos espera en el próximo 23-J, si la izquierda no sale a votar, es aquel en el que solo cabe el odio violento disfrazado de una libertad individualista que busca señalar, discriminar y erradicar a los diferentes. ¿Es esta la sociedad que busca la mayoría, o más bien la que anhelan y buscan recuperar aquellos que solo saben utilizar el miedo como estrategia política? Votar y educar, tanto a jóvenes como a adultos, es la única solución posible para evitar repetir el pasado.
Lucía de Lago Giménez. Madrid
El valor de las vidas
Cinco multimillonarios firman arriesgar voluntariamente su vida y pagan, además, un cuarto de millón de dólares por cabeza (¡!) para presumir de haber visto de cerca los restos del naufragio del Titanic. Mientras, cada día muchos, muchos más hombres y mujeres arriesgan y pierden su vida en el mar huyendo de la miseria que esos incalificables potentados podrían haber aliviado. Pero esos pobres náufragos apenas son noticia y no se lanzan a su fácil rescate buques de distintas nacionalidades. Naufraga, pues, de hecho, en todo sentido, la humanidad.
Martín Sagrera Capdevila. Madrid
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