En defensa de Xavier Trias
Al hombre se lo llevan los demonios y es incapaz de sujetarlos. Es un ser humano ejerciendo como tal desde la tribuna pública: esas cosas siempre emocionan
Al saber que no fue elegido alcalde de Barcelona in extremis, el candidato Xavier Trias utilizó su discurso para expresar su monumental enfado. “Se equivocan absolutamente. Desde que han llegado no se atreven a mirarme a la cara. Les da vergüenza. Que os den a todos. No lo digo más, pero lo pienso. Allá ustedes”. Lo he visto en bucle. Al hombre se lo llevan los demonios y es incapaz de sujetarlos. Es un discurso estupendo y tenso, y está bien modulado. Es un ser humano ejerciendo como tal desde la tribuna pública: esas cosas siempre emocionan. Sin dobleces, sin hipocresías, evitando poner buena cara, negándose a aceptar deportivamente la derrota y ni hablar de felicitar a los ganadores. Está jodido, le han levantado la alcaldía a última hora y ya no puede expresarse como otra cosa que como hombre dolido. Y lo más importante: sin hacer daño a nadie, si acaso a sí mismo. Dijo lo que nadie diría en su misma situación, pero todos pensarían. Y no se pudo callar: que os den.
A veces no nos podemos callar, aunque lo intentemos. Porque somos débiles, vulnerables, y cuando nos hacen daño reaccionamos no como debemos sino de la única manera que podemos, como seres humanos. A veces nos atropella la vida de tal forma que lo último en lo que pensamos es en las formas y en el qué dirán, en el ridículo que estamos haciendo, en olvidar después ese momento y que nadie te lo recuerde nunca. Pero también somos esos, aunque no nos guste, y somos exactamente como los demás, pero más transparentes. Por eso es nuestra versión más pura, y es natural que impacte verla sobre todo cuando hay cámaras. Trias, como haría otro, pudo haber subido a la tribuna mordiéndose la lengua, decir que estaba decepcionado, desear suerte al nuevo alcalde y darle un abrazo. La política española, incluso en su versión más gore que es la catalana, está tan echada a perder que la noticia negativa del día fue que a un hombre se le ocurrió ser sincero. “Hay que mantener las formas”, le dicen. Las formas las mantuvo. “Que os den” o “que os zurzan” o “que os jodan”, o en gallego “a rañala”, o en catalán “que us bombin a tots” es una expresión que no le va a quitar el sueño a nadie al que va dirigida.
Qué bien lo explicó una amiga cuando discutíamos sobre la manera de escribir los mensajes pasionales, sinceros hasta la muerte. Yo le hablaba de la importancia de la gramática incluso en los momentos más duros, cuando las lágrimas no dejan ver la pantalla. Le contaba cómo, en caso de recibir un correo en el que se me anunciase la muerte de alguien cercano, mi primera reacción sería devolverlo corregido. Y ella, hablando del intercambio final de una pareja que se reprocha todo después de la ruptura, defendió la retórica dolorida, cuando estás tan destrozado que no aciertas ni con un verbo. “Todo mal escrito, todo vomitado, sentimiento puro, que le jodan a todo. Hasta a las palabras”. El impacto que produce leer palabras mal escritas cuando tu trabajo es escribirlas bien. Y el valor que hay que tener a veces para ser uno mismo, aunque sea feo. Trias fue honesto consigo mismo. Eso no siempre es bonito de ver. Pero (tenga o no razón, que no va de eso el artículo) nos representa.
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