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ANATOMÍA DE TWITTER
Columna
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En la era de la desinformación amontonada

La basura digital, en ausencia de vigilancia o penalización, no es retirada ni expulsada del circuito sino que crece de forma exponencial y se acumula

LGBTQ+ rights
Un hombre discute con un manifestante religioso antigay en el Desfile del Orgullo de Los Ángeles 2023 el pasado 11 de junio de 2023 en Hollywood, California (EE UU).ROBYN BECK (AFP)
Carmela Ríos

Qué mejor forma de celebrar el mes del Orgullo LGTBQIA+ en el Twitter de Musk que apelando a la violencia contra este colectivo. El usuario @ranasbasadas recurre a la foto de un fúsil de asalto y tres palabras: “la intervención divina”. Responde así a un primer tuit de @jesusIezus, indignado por el contenido de una foto, que él mismo adjunta en su tuit, en la que, estampada sobre la camiseta de un manifestante en una marcha reivindicativa, se lee una proclama en inglés: “Los niños trans son sexis”. “Lo único que está en nuestras manos de manera humanamente comprobable es unir nuestras fuerzas físicas para reventar a esos hijos de perra y que no quede uno, pero aquí hay algo que va mucho más allá de lo humano. Necesitamos urgentemente la intervención divina”, se lamenta @jesusIezus en su publicación.

En aplicación del primer mandamiento del usuario de las redes sociales, no te creas nada de lo que ves en cuentas anónimas, pasamos a realizar una rápida comprobación del origen de la imagen de la camiseta ya que el tuit no aporta ninguna información sobre el lugar en el que la fotografía fue tomada. Con ayuda de una sencilla herramienta de verificación de imágenes, empezamos a ver más claro. El texto de esa camiseta no existe. Alguien ha escrito ese mensaje sobre la camiseta de un participante anónimo en una marcha del Orgullo que tuvo lugar en Palm Springs, California, el 7 de noviembre de 2021. La fotografía original presenta un encuadre amplio, con más personajes en la escena real, manifestantes o ciudadanos que, desde una de las aceras, observan el paso de la marcha por la calle. Para construir su pedacito de discurso del odio, el manipulador ha elegido a un personaje, ha recortado burdamente la imagen y, con ayuda de la tecnología, ha estampado sobre el pecho inmaculado de la camiseta de su víctima un mensaje que nunca existió.

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La fotografía trucada y su estela de comentarios violentos permanecen aún en Twitter y, posiblemente, esté cumpliendo con eficacia la función para la que fue creada y publicada: saltar de red en red, de mensajería en mensajería y de móvil en móvil, engañar al mayor número de personas posible, alterar la percepción de la realidad en muchas de ellas, espolear sus emociones y alimentar el rechazo hacia un grupo determinado de personas.

Y hay algo más. La ausencia de moderación de contenidos nos coloca ante una nueva pantalla del juego, una etapa cuyas consecuencias no somos aún capaces de medir en toda su complejidad. Podríamos llamarle la era de la desinformación amontonada, en la que la basura digital, en ausencia de vigilancia o penalización, no es retirada ni expulsada del circuito sino que crece de forma exponencial y se acumula. En la era de las mentiras amontonadas ya no resulta realista preguntarse si venceremos algún día a la desinformación. Esa batalla parece perdida. Tratemos, al menos, de identificar el momento en el que por nuestros teléfonos móviles circulen más contenidos manipulados que información real, si es que ese momento no ha llegado ya. Debemos prepararnos para vivir en un paradigma nuevo, mucho más complejo y con implicaciones en la vida real. Según un informe de la ONG ILGA-Europa, el año 2022 fue el más violento de la última década para el colectivo LGTBI de esta avanzada región del mundo.

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