La excepción catalana
Los socialistas recuperan el liderazgo en la comunidad con un fuerte castigo al independentismo de ERC
Las elecciones del domingo han dejado en Cataluña un mapa completamente distinto al del resto de España, con una amplia victoria socialista en votos frente a un independentismo en retroceso que solo ha salvado los muebles por la muy ajustada victoria de Xavier Trias (Junts), en la ciudad de Barcelona, sobre el socialista Jaume Collboni, que saca solo 140 votos a la actual alcaldesa, Ada Colau, en tercer lugar (y a falta del recuento oficial de votos).
El nuevo clima político creado tras los indultos de los líderes independentistas y otras medidas orientadas a relajar la tensión tras una década de hiperactiva movilización independentista han favorecido a los socialistas, pero han castigado al partido de gobierno de la Generalitat, ERC, que pierde más de 300.000 votos, aunque conserve el liderazgo en número de concejales, y quede como tercera fuerza, a 250.000 votos de los independentistas de Junts. Sin embargo, la campaña ha pivotado fundamentalmente sobre los problemas más pegados a la vida diaria de la ciudadanía. Los catalanes han premiado en general las posiciones moderadas tanto en el ámbito del PSC como de los nacionalistas. El fuerte ascenso del PP, con 150.000 votos más, se ha encarnado particularmente en la histórica mayoría absoluta de Xavier García Albiol en Badalona, mientras Vox ha obtenido representación en las cuatro capitales de provincia, probablemente ayudado por el descenso de la participación en 10 puntos, en contraste con el resto de España.
En Barcelona, Trias ha logrado canalizar el voto de descontento con las políticas de Colau de los barrios más acomodados y buena parte de las clases medias, sin apenas enseñar las siglas de su partido, Junts, y sin alusiones a la independencia unilateral. Trias ha sabido combinar la defensa de la seguridad y la limpieza con propuestas que han rozado a veces el negacionismo climático y ahora se enfrenta a las negociaciones para hacerse con la Alcaldía sin que Esquerra Republicana parezca dispuesta a hacer alcalde junto a los comunes a su inmediato rival, el socialista Collboni. Colau ha salido derrotada sin haber conseguido sortear una fuerte presión mediática y sin llegar más allá de su núcleo de votantes más fieles. Tampoco ha logrado que calasen en la mayoría de la ciudadanía las medidas urbanísticas destinadas a reducir la contaminación y mejorar la habitabilidad de la ciudad, pese a encajar con las orientaciones de los organismos internacionales.
El independentismo ha salido tocado con la pérdida de al menos dos capitales de provincia —Tarragona y Lleida, que van a los socialistas— y una posible Alcaldía del PSC en Girona, donde es primera fuerza después de muchos años de hegemonía independentista, del mismo modo que los socialistas consolidan su mayoría en el área metropolitana de Barcelona. La fuerte pérdida de voto de ERC y el modesto éxito de la candidatura de Gabriel Rufián en Santa Coloma (donde resiste la mayoría absoluta del PSC) pueden abrir la tentación de un cambio estratégico en la formación que ha contribuido decisivamente a la pacificación del clima en Cataluña. Recuperar los viejos esquemas de incomunicación con fuerzas no soberanistas o abandonar la agenda reformista pendiente con el Gobierno central en ámbitos tan decisivos como la financiación reavivaría una conflictividad política con graves tensiones institucionales y civiles. Otro periodo de bloques impermeables pondría en riesgo la actual normalización civil y social, especialmente cuando al otro lado del espectro político PP y Vox alientan el espantajo de guardarropía de una España amenazada.
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