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Columna
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Vox: punk para señoritos

Anda el partido de extrema derecha dividido entre apocalípticos e integrados. Los hay que, ablandados por la moqueta, quieren gobernar, y los hay que quieren seguir usando el escaño para armar bulla

El presidente de Vox, Santiago Abascal, en un acto público, en el auditorio Ricardo Carapeto, el pasado 28 de abril de 2023, en Badajoz, Extremadura.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, en un acto público, en el auditorio Ricardo Carapeto, el pasado 28 de abril de 2023, en Badajoz, Extremadura.Andrés Rodríguez (Europa Press)
Sergio del Molino

Eskorbuto declaró la muerte del punk en Santurce en 1986. Lo berrearon en su canción Ya no quedan más cojones, que rimaba con el verso-proclama “Eskorbuto a las elecciones”. No se presentaron nunca a nada y renegaron de cualquier portavocía o activismo. Lo suyo era el nihilismo bestialista, sin mensaje, sin moraleja y sin propósito: el espíritu punk destilado en su rabia esencial, puro grito. Teniendo en cuenta la reacción del grupo cuando intentaron meterles en la movida del rock radical vasco, con sus vivas a ETA (lanzaron una canción de título tan sutil como equívoco: A la mierda el País Vasco), sería interesante escuchar la tonadilla que les inspiraría la querencia punk de la ultraderecha española.

Anda Vox dividido entre apocalípticos e integrados. Los hay que, ablandados por la moqueta, quieren gobernar, y los hay que quieren seguir usando el escaño para armar bulla. A estos últimos les ha dado por vindicarse como punks. Incluso teorizan sobre ello, como Juan Manuel Badenas, candidato a la alcaldía de Valencia. En un artículo de la Fundación Disenso estira el concepto tanto que dice que Quevedo fue el primer punki. Será por antepasados, pero me cuesta ver a unos jóvenes con cresta bailando un pogo mientras miran los muros de la patria suya, si un tiempo fuertes, ya desmoronados.

Delirios históricos y literarios aparte, no está mal tirado eso del punkismo. Presentar el mismo programa electoral en todos los municipios de España es lo más punki que se ha visto en la política española desde Ruiz Mateos. Transmite un espíritu destructivo y un desinterés absoluto por cualquier proyecto constructivo. Como Eskorbuto en 1986, dicen: “Ya no quedan más cojones, Vox a las elecciones”. Con la excusa nacionalista de que la patria es la misma en Ceuta que en Ferrol, y lo que vale para el estrecho sirve para la ría, han vuelto a demostrar que el paso por consistorios y asambleas autonómicas no les ha domesticado, que persisten en los gruñidos y en la berrea, que no tienen opiniones sobre nada ni una idea del mundo. Tan solo interpelan a ese antisanchismo de “obsesión monocorde capaz de confundirse con el ruido de la nevera”, en palabras de Diego S. Garrocho en Abc, y para eso es mejor no pensar ni aparentar que se piensa. Así nadie se dará cuenta de que los gritos de Eskorbuto eran gritos de tragedia, hechos de paro juvenil y fábricas en ruinas, mientras que los gritos de estos nuevos punkis son los del patrón que reclama las perdices.

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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