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anatamonía
Columna
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Más introvertidos, por favor

Muchos usuarios de Twitter aseguran que, a pesar de esforzarse por mostrarse sociables, desearían quedarse a solas

Un grupo de paseantes, en la calle de Uría, en Oviedo.
Un grupo de paseantes, en la calle de Uría, en Oviedo.EUROPA PRESS
Nuria Labari

“Diferencia entre una persona introvertida y otra extrovertida, según la sociedad. El introvertido es el que está calladito, el que no interactúa socialmente. Y el extrovertido es lo contrario: el que sí lo hace, el que tiene facilidad para presentarse ante gente nueva y tal. No, bro: eso no es ser extrovertido”, sentencia @maritarx en su canal de TikTok. Y continúa. “La definición real de la extroversión y la introversión no es cómo tú te enfrentas a las relaciones sociales, sino lo que haces tras la interacción social. Una persona extrovertida, después de una interacción social está recargada, está on fire. (…) El introvertido tiene una interacción social fuerte y se tiene que ir a recargar, está agotado. (…) Os lo digo como persona introvertida, por mucho que se empeñe la gente en que yo soy un ser extrovertido cuando no. Yo tengo don de gentes, pero soy introvertida. A mí la relación social me agota y me vengo aquí, a mi sofá, a recargarme”, concluye. El vídeo acumula medio millón de visualizaciones en TikTok, y cuando @lidiavivesphoto lo comparte en Twitter suma rápidamente otras doscientas mil. En los cientos de comentarios se acumula un sentimiento compartido: las interacciones sociales agotan a la mayoría.

Sin entrar en el rigor de la definición compartida ni en el dudoso valor terapéutico de los millones de vídeos que comparten doctrina psicológica en TikTok, lo cierto es que las redes sociales pueden ser un buen termómetro del estado de ánimo del personal. Y en este sentido, los comentarios a este vídeo nos dejan intuir dos cosas: que ser extrovertido se asume socialmente como una fortaleza. Y que un gran número de usuarios asegura que, a pesar de esforzarse por mostrarse sociable en el día a día, lo que de verdad desearía en no pocas ocasiones es quedarse a solas. “No soy tímida. Pero estar con grupos de gente literalmente me agota”, explica @lidiavivesphoto. Pero, ¿qué es lo que nos cansa? La respuesta se me aparece mientras leo la reciente (y recomendable) novela Derroche, de María Sonia Cristoff. “Déjame decirte que sé lo que es el cansancio, ese conglomerado de humillaciones que el eufemismo de época llama cansancio”.

Y estoy de acuerdo. Creo que es impensable experimentar la vida social actual como un cuadro de placer, cuando hay un exceso de competitividad, de información y de expectativas en las situaciones sociales. Por lo demás, podríamos decir que un introvertido es, por definición, alguien que posee eso que llamamos “vida interior”, una persona que interioriza la experiencia. Al contrario, un extrovertido sería aquel que vive hacia el exterior, siempre dependiendo de la mirada de los otros, alguien que espera que su equilibrio se lo proporcionen los demás. En este sentido, un nerd, un tiktoker o un youtuber —por citar tres ejemplos de sujetos que pasan muchas horas “a solas” en su habitación— no serían sujetos introvertidos, sino al contrario. La necesidad de estar permanentemente conectados, incluso cuando no hablen con nadie, es el reflejo de una pobre vida interior.

Aristóteles, que murió antes de poder usar TikTok o Twitter, llamaba sensus comunis al sentido que reúne todos los sentidos. Y creo que ese sentido común es lo que intenta producir la persona introvertida cuando busca el silencio, la contemplación o el simple paseo. Parece pues “de sentido común” que todos necesitamos unas dosis de introversión para restaurar nuestro equilibro interno. Tomémonos, pues, un legítimo respiro y concedámonos el lujo de no ser tan sociables en nuestro próximo encuentro social. Los introvertidos, háganme caso, somos trending topic.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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