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Tribuna
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El grito del pueblo peruano

Los peruanos de a pie han demostrado que tienen conciencia de ser dominados y explotados por una élite ávida y corrupta. Para detener la violencia, la represión tiene que acabar, el presidente Castillo debe ser liberado y se deben convocar nuevas elecciones

Un manifestante se enfrenta a un policía durante las protestas contra el Gobierno de Perú, el pasado 24 de enero en Lima.
Un manifestante se enfrenta a un policía durante las protestas contra el Gobierno de Perú, el pasado 24 de enero en Lima.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

Todo comienza con una impresionante hilera de policías. Una mujer indígena les increpa: “Yo no tengo estudios, pero me doy cuenta...”. Su voz suena enronquecida, sus gestos son apasionados, febriles. Tiene algo que decir. Hace dos meses que los campesinos pobres, los vendedores callejeros, los pequeños artesanos, el proletariado urbano y rural, todos aquellos a los que allí suelen denominar el “Perú silencioso”, tienen algo que decir. Y hace dos meses que los aporrean, los encarcelan y les disparan. Esto no puede continuar.

En un breve vídeo que me ha enviado un amigo peruano, la mujer indígena increpa a los agentes con un coraje y una convicción que merecen el más profundo respeto. Hace falta mucha inteligencia y dolor para alcanzar ese grado de determinación, de carácter. Tras una cincuentena de muertos, y a la vista de la situación de desamparo en la que viven las clases populares peruanas, es decir, la inmensa mayoría del país, la persistencia de las manifestaciones y los bloqueos debe entenderse como un testimonio concreto de lo que llaman “una conciencia”. Mal que les pese a los dos jóvenes que, en el vídeo, pasan indolentemente latas de cerveza en mano entre la hilera de policías y la mujer indígena, el pueblo peruano tiene conciencia. Conciencia de su situación concreta, conciencia de la dominación que pesa sobre él desde la Conquista, conciencia de ser explotado por una élite ávida y corrupta.

Los dos jóvenes pasan, despreocupados. El primero de ellos, en pantalón corto, con el mayor desparpajo, sonríe a los agentes y suelta: “Métele bala, huevón”. Esta broma se dirige a unas fuerzas del orden que ya han matado a más de 50 personas desde el comienzo de las movilizaciones, y se inscribe en un marco que quedó establecido de una vez por todas hace 150 años. Así que no es una broma. Es un atributo de clase. Perú no es una democracia. El presidente Castillo, primer mestizo en llegar a la presidencia en toda la historia nacional, no solo ha sufrido la obstrucción sistemática de un Parlamento en manos de la derecha y la extrema derecha, y cuyos votos suelen tener un precio, como han demostrado sobradamente los recientes casos de corrupción, sino que además ha sido objeto de la venganza constante de los medios de comunicación a sueldo de las grandes fortunas, lo que no es un secreto para nadie. El primer presidente de origen pobre y andino terminó siendo detenido y depuesto, acusado de intentar un golpe de Estado, cuando, precisamente, la situación que vive el país desde entonces es lo más parecido a un verdadero golpe. En cualquier caso, desde su arresto, el pueblo peruano lo apoya y arriesga la vida en las manifestaciones.

Este vídeo que ya han visionado muchos peruanos nos muestra, en 19 segundos, la realidad del mundo en que vivimos. Dos jóvenes normales y corrientes, como se ven en cualquier centro urbano de los países desarrollados, están dando una vuelta. A primera vista, nos encontramos ante una estampa de un mundo que nos resulta familiar: ese que reivindica la tolerancia, la democracia liberal, los estudios superiores; el mundo de “nuestros valores”. Pero todo cambia al cabo de diez segundos. Uno de los jóvenes se vuelve hacia la inquietante hilera de policías y le dice a uno de ellos, sonriendo: “Métele bala, huevón”.

Los libros de José María Arguedas, el gran autor peruano, no han cesado de describir esta odiosa realidad: Perú es un país feudal. Pero, en parte, nuestro mundo también lo es. En el mejor de los casos, los indios, los negros, los mestizos, todas las poblaciones pobres del planeta concitan nuestra curiosidad turística o nuestra piedad, pero, a diario, son objeto de nuestra explotación a distancia y de nuestro desprecio. Y lo que nos muestra con toda crudeza este breve vídeo a través de la brutalidad de la sociedad colonial peruana es la esencia disimulada de nuestro mundo, su estructura profunda. En realidad, vivimos de nuevo en un mundo feudal, anterior al Siglo de las Luces, en el que los más ricos son completamente indiferentes a los demás.

Y, mientras tanto, Francia se regocija de honrar a un escritor peruano que dio su apoyo a Keiko Fujimori, es decir, a la extrema derecha, por supuesto desde una “mentalidad abierta” y “digna de nuestros valores”. El rey emérito de España, que tuvo que abdicar tras sendas acusaciones de corrupción, asistió al ingreso de su amigo en la Academia Francesa. ¿A qué extraña mundialización estamos asistiendo? ¿Se trata solamente de una mundialización liberal? Mientras el pueblo peruano lleva semanas manifestándose, un escritor peruano que se mueve entre la jet set entra en la Academia Francesa e invita a un rey emérito implicado en oscuros negocios que acude desde su exilio en una monarquía petrolera. ¡Qué mundo tan extraño!

Si uno vuelve a mirar el vídeo, lo que a fin de cuentas verá será ira frente a represión, sinceridad frente a indiferencia, palabras frente a violencia, desprecio frente a miseria. Definitivamente, las palabras que pronuncia el joven no son una broma. Nadie bromea. Ni los escritores, ni las academias, ni los reyes eméritos, ni las monarquías petroleras, ni los jóvenes petimetres. Desgraciadamente, cuando el sonriente joven le pide al policía “métele bala, huevón”, hay que tomarlo al pie de la letra. De hecho, ¿qué se ha venido haciendo desde hace siglos, desde las conquistas, las dictaduras, los derrocamientos de regímenes a capricho de la política estadounidense, desde las democracias nominales? Matar a los peones, a los indios, a los cholos, a los indígenas humildes.

Esto tiene que parar. La represión tiene que parar. La violencia de las fuerzas policiales tiene que parar. Y si lo que se pretende es un verdadero apaciguamiento, y pensemos lo que pensemos de él, el presidente Castillo debe ser liberado y el Congreso debe disolverse para convocar nuevas elecciones. ¡Elecciones generales en Perú ya! No hay otra posibilidad para la justicia y la paz.

Tengo una deuda hacia el Perú. He estado allí. Allí tengo recuerdos y amigos. En Diamantes y pedernales, la novela de José María Arguedas, los niños quechuas que intentan alcanzar una flor sobre el precipicio gritan: “¡Si pudiera alcanzarte!”. Hoy, el pueblo mudo del Perú grita: “¡Si pudiera alcanzarte!”. Este grito no puede volver a caer en el silencio.

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