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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cementerio marino

La pésima gestión del naufragio a muy pocas millas de la costa italiana de Calabria multiplica una vez más las muertes de migrantes en el Mediterráneo

naufragio calabria
El presidente de la República, Sergio Mattarella, presenta sus respetos a las víctimas del último naufragio frente a las costas de Calabria, este jueves en Crotone (Italia).FRANCESCO AMMENDOLA / QUIRINAL P (EFE)
El País

La tragedia del naufragio de Calabria, donde al menos 67 personas se han ahogado al hundirse la embarcación en la que 180 inmigrantes irregulares trataban de alcanzar la costa italiana, es el dramático exponente de un vergonzoso fracaso de la Unión Europea, sacudida hace ya diez años por un hecho similar frente a la isla de Lampedusa en el que 368 personas también perecieron en el mar. Entre ambos naufragios, unas 26.000 personas se han dejado la vida en el Mediterráneo: es como si hubieran fallecido todos los habitantes de Hellín (España) o Santa Fe de Antioquia (Colombia).

Tras cuatro días de navegación desde Esmirna (Turquía), un decrépito pesquero sobrecargado por casi 200 personas, entre ellas niños y mujeres embarazadas, logró avistar la costa italiana, pero el fuerte oleaje reventó en pedazos la embarcación. Las consecuencias trágicas del naufragio se agravaron ante la pésima gestión del rescate. El Gobierno de Giorgia Meloni había aprobado, apenas unos días antes, una legislación que obliga a los barcos de organizaciones de rescate de migrantes a desembarcar en puertos muy alejados de las zonas habituales de naufragio y además mantenía inmovilizado, en el más cercano puerto de Ancona, a un buque de Médicos Sin Fronteras. Por si fuera poco, en lugar de acudir a los guardacostas se activó a la policía aduanera, sin embarcaciones adecuadas para hacer frente a las condiciones del mar ese día. Las dimensiones del drama exigen una concienzuda investigación y la depuración de responsabilidades por parte de las autoridades italianas.

Más allá del suceso, el naufragio de Calabria vuelve a poner sobre la mesa la letal inoperancia de la política europea en torno a la inmigración irregular en el Mediterráneo. Tienen razón los sucesivos Gobiernos italianos de estos diez años en reclamar ayuda para gestionar una crisis cronificada. Solo en 2022 se han producido 104.061 llegadas por mar. El verdadero número de quienes se han quedado por el camino es desconocido. No bastan los grandilocuentes lamentos cuando el número de ahogados es tan abrumador. Las muertes de migrantes en el Mediterráneo suceden prácticamente a diario y suponen una prueba para la Unión no solo respecto a una política concreta sino para sus mismos principios fundacionales.

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