Dudar en tiempos de guerra
Nuestro justo apoyo a Ucrania merece claridad y hacernos preguntas incómodas
La guerra nos programa para pensar en oposiciones binarias, el caldo de cultivo perfecto para el maniqueísmo. Con Ucrania, o eres un furioso halcón imperialista yanqui que persigue la victoria y el enriquecimiento a toda costa o una tierna palomita pacifista que ruega un alto el fuego premiando al agresor, poniéndonos a merced del imperialismo ruso y traicionando los valores democráticos de la resistencia ucrania. Pero hay otra perspectiva silenciada, casi sin espacio en la retórica grandilocuente de toda guerra: la que expresa dudas y lanza preguntas incómodas. ¿Qué significa que “Rusia no puede, no debe ganar”, como dice Macron? ¿O el “debemos vencer el miedo a derrotar a Rusia” del ministro de Exteriores lituano? ¿El objetivo de la ayuda militar a Ucrania perseguiría lo primero o lo segundo? ¿Hablan de un cambio de régimen en Rusia? O también: si enviamos aviones, buques de guerra y submarinos, como pide Zelenski, ¿llegaremos al punto de no retorno que la OTAN quería evitar a toda costa y que nos arrastraría a la contienda, tal vez a una guerra mundial entre potencias nucleares?
Jürgen Habermas afirmaba esta semana en el diario Süddeutsche Zeitung, en un artículo que hoy reproduce el suplemento Ideas, que debido al “tenor belicoso de una opinión publicada casi uniforme, las dudas y reflexiones de la mitad de la población alemana no tienen voz”. Quizá lo diga porque es alemán, pero sería un reduccionismo a la vista de su trayectoria como padre fundador de buena parte del acervo político comunitario y fiero opositor a la humillante política alemana durante la crisis griega de la deuda soberana. Bajo el desafiante título de Un alegato a favor de las negociaciones de paz, el filósofo alemán se pregunta sobre la carrera armamentística y sobre cuándo la asistencia militar que brindamos perderá su carácter defensivo en la mente de Putin. Hay otros dardos: ¿solo Ucrania decidirá el momento y objetivo de las posibles negociaciones o tendremos las potencias europeas algo que decir? ¿Y qué pasa con las víctimas? Si la guerra responde a un imperativo moral, las bajas y destrucción causadas por las armas de Occidente también formarían parte de nuestra responsabilidad moral para con Ucrania. Y concluye: “Son principalmente razones morales las que presionan para que se ponga fin a la guerra”.
El tiempo lo dirá, aunque lo verdaderamente valioso del texto de Habermas es la valentía y provocación con que abre una grieta en el automatismo político de nuestros dirigentes, exigiéndoles claridad. Si la decisión de suministrar tanques Leopard es de veras “histórica” y abre las vías que señala Habermas, va siendo hora de que se nos trate como mayores de edad. Los ciudadanos europeos merecemos saber qué significa que Rusia no debe ganar si, como dice Macron, es “el precio de la libertad”. Son palabras serias, rotundas, y si debemos prepararnos para la gravedad de la situación, preguntémonos abiertamente qué compromiso político, militar y financiero supondrá para los aliados. Nuestro justo apoyo a Ucrania merece esa claridad y hacernos preguntas incómodas, pues es, precisamente, la libertad para expresar nuestras dudas lo que nos distingue del autócrata del Kremlin.
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