Lo que me ofende de Marruecos
Como no soy presidenta del Gobierno, voy a enumerar algunas de las cosas que me molestan profundamente del país donde nací
Pedro Sánchez pactó la semana pasada con Marruecos evitar “lo que ofende a la otra parte”. Como yo no soy presidenta del Gobierno y le debo más a la democracia en la que he crecido que a los intereses diplomáticos o económicos de ciertas empresas españolas, voy a enumerar algunas de las cosas que me ofenden profundamente de Marruecos. No de sus ciudadanos sino del régimen que los maltrata.
Me ofende, para empezar, que las posibilidades de tener una vida digna en Marruecos sean tan pocas que la única salida que contemplan sus habitantes es la emigración. Todo el mundo se quiere ir del país, incluso el propio rey, que se pasa más tiempo fuera que dentro. Me ofende que todo siga como cuando mi abuelo se fue a Alemania, mi padre se vino a España, que casi todo el mundo de donde yo vengo haya tenido que dejar atrás su tierra por no poder ganarse dignamente el pan de sus hijos. También me ofende que los movimientos sociales que protestan y reclaman acabar con la miseria y la corrupción, trabajo, hospitales y escuelas, sean duramente reprimidos y algunos de sus líderes estén cumpliendo penas de hasta 20 años de cárcel. Me ofende que si vuelvo hoy a Marruecos y me alojo en un hotel con mi marido tenga que llevar conmigo un certificado de matrimonio para demostrar que la nuestra es una relación lícita. Que de todos modos tampoco lo sería porque al ser yo mujer no tengo derecho a casarme con un no musulmán ni, por supuesto, con una mujer porque la homosexualidad sigue siendo delito. Y que si se me ocurre comer o beber a plena luz del día durante el mes de Ramadán, me arriesgo a entrar en prisión. Me ofende que la poligamia sea legal y que la herencia que a mí me tocaría como mujer sería la mitad que mis hermanos varones, ya que así está escrito en el Corán. Me ofende no poder apostatar del Islam ni de la monarquía porque está penado. Me ofende que al régimen no parezca ofenderle que el país sea uno de los principales destinos de turismo sexual y que las mujeres pobres sean explotadas con total impunidad o que los matrimonios infantiles sigan practicándose mientras se criminaliza a las madres solteras. Me ofende, en fin, que todo esto no ofenda a quienes tendría que ofender, a los que se dicen defensores de la democracia, el feminismo y los derechos humanos.
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