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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nueva etapa, otro carril

La cumbre entre España y Marruecos aspira a dejar atrás años de tensión con el país vecino, pero a un precio poco claro

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (izquierda), saluda al jefe de Gobierno del Reino de Marruecos, Aziz Ajanuch, con motivo de la cumbre bilateral
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (izquierda), saluda al jefe de Gobierno del Reino de Marruecos, Aziz Ajanuch, con motivo de la cumbre bilateral, este jueves en Rabat.JALAL MORCHIDI (EFE)
El País

España y Marruecos han celebrado en Rabat la XII Reunión de Alto Nivel, la primera de este tipo en ocho años, en la que participaron una veintena de ministros de los dos países. El Gobierno exhibió a su término la firma de 20 acuerdos de cooperación, entre ellos asuntos capitales como la gestión de la inmigración. España anunció un aumento sustancial de la inversión en proyectos en Marruecos. El Gobierno presentó la cumbre como la escenificación de una nueva etapa en las relaciones entre los dos vecinos y aspira a dejar atrás años, si no décadas, de una desconfianza que ha supuesto el principal foco de tensión internacional para España desde la llegada de la democracia. Para lograrlo, se ha buscado una entente que consiste en evitar hablar de “todo aquello que sabemos que ofende a la otra parte en lo que respecta a nuestras respectivas esferas de soberanía”, en palabras de Pedro Sánchez. Sin mencionarlo de forma expresa, España ha renunciado a cuestionar la presencia marroquí en el Sáhara Occidental, y Marruecos, supuestamente, la españolidad de Ceuta y Melilla.

Este tipo de declaración, y la cumbre misma, son la culminación del giro drástico en la política hacia Marruecos a partir de la entrada irregular masiva de unos 10.000 inmigrantes en Ceuta en mayo de 2021. Era la respuesta indisimulada de Marruecos a la acogida humanitaria del líder del Frente Polisario en España para tratarse en un hospital. Con aquel gesto, Rabat transmitió que puede regular a conveniencia el flujo de inmigración hacia la frontera terrestre con la UE. El episodio le costó el puesto a la ministra de Exteriores. En marzo de 2022, Sánchez envió una carta a Mohamed VI en la que unilateralmente cambiaba la posición española sobre el Sáhara Occidental, la principal reivindicación de Marruecos, para reconocer el plan marroquí de autonomía sobre la antigua colonia. Un mes después, se confirmó el giro en Rabat y se anunció “una nueva página” en las relaciones bilaterales. El coste inmediato fue hundir las relaciones con Argelia, aún sin visos de recuperación. Sánchez todavía no ha ofrecido una explicación coherente y entendible de este cambio, y es un debate pendiente.

Los ministros de Podemos, que se opone al cambio sobre el Sáhara, no acudieron a la cumbre aun a riesgo de debilitar la credibilidad del Gobierno. Tampoco lo hizo el presidente de la patronal, que se excusó a última hora. Pero la principal e insólita ausencia fue desde luego la de Mohamed VI, de vacaciones en el extranjero. En su lugar, habló por teléfono con Pedro Sánchez para invitarle a una visita oficial y dar su apoyo a los acuerdos. El Gobierno le restó importancia a un gesto cuando menos chocante. Marruecos había dejado correr la expectativa del encuentro, y luego la desactivó. La interpretación es libre, y va desde la mera falta de interés del monarca hasta la “humillación” y el “ridículo”, en palabras del PP. Lo cierto es que la ausencia fue decepcionante, rebajó el lucimiento que buscaba el Gobierno y a ojos españoles transmitió desconsideración hacia Sánchez.

Más allá de la escenografía de la cita, en el último año el Gobierno ha sacado las relaciones con Marruecos de su carril histórico y las ha colocado en otro nuevo. El coste es incierto y sus beneficios, aún difíciles de definir, aunque la reducción de las llegadas de irregulares es una primera señal. Es de esperar que la tan necesaria cooperación en asuntos clave para España, como el control migratorio y la normalización aduanera en Ceuta y Melilla, para la que Marruecos ni siquiera ha puesto fecha concreta, compensen a corto plazo tantos esfuerzos.


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