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tribuna
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Elevarse por encima de la política para establecer una gobernanza democrática en las redes sociales

Nuestras democracias deben imponer sus principios, y para ello, tienen que decidir cuáles son. El interés público reside en proteger algo que constituye un bien común: el espacio de la información y la comunicación

Portadas de periódicos británicos.
Portadas de periódicos británicos.Alberto Pezzali (AP)

Si seguimos así, acabaremos mal. Caeremos en la trampa de la política. Nuestro espacio público se desintegra. Esto es una nueva jungla, parecida a la que existía antes de la Primera Guerra Mundial, cuando no había reglas democráticas, cuando la ausencia de regulación de los medios de comunicación y de ética facilitaba la destrucción de la paz y la armonía civil. Estamos volviendo a esa trágica situación. Los ciudadanos, obsesionados por sus conflictos y cegados por sus prejuicios, se pelean en las redes sociales sin ver al enemigo común: el enorme poder arbitrario y privatizado de las plataformas de internet.

Los jefes de las redes sociales toman decisiones autocráticas. El propietario de Twitter, Elon Musk, juguetea con la libertad de expresión, movido por sus descabelladas ideas, sus intereses empresariales y su ideología. No es el único. Si una decisión tomada arbitrariamente no encaja con ellos, muchos ciudadanos protestan contra ella. Si les conviene, aplauden. Pero lo que debería escandalizarnos es la arbitrariedad en sí. Las plataformas digitales organizan nuestro espacio público. Han sustituido a los parlamentos, los sistemas judiciales y los organismos reguladores a la hora de decretar y aplicar las normas. Pero, ¿no deberían sus decisiones estar gobernadas por un marco democrático?

Nuestras democracias deben imponer sus principios, y para ello, tienen que decidir cuáles son. La Asociación Internacional para la Información y la Democracia, a la que ya se han adherido 50 gobiernos democráticos por iniciativa de Reporteros sin Fronteras (RSF), ha establecido unos principios generales aceptables para todos los demócratas. Su organismo de ejecución dirigido por la sociedad civil, el Foro sobre Información y Democracia, ha propuesto centenares de recomendaciones legislativas, entre ellas recomendaciones sobre normas de responsabilidad para las cuentas de las redes sociales. Estas propuestas podrían complementar de manera provechosa la legislación que la Unión Europea ha adoptado o está en vías de adoptar.

La trampa es el dominio del sesgo político, la polarización, la incapacidad de algunos para saber la diferencia entre el marco democrático y el contenido de sus argumentos. Si sentimos apego por la democracia, si creemos que el espacio público debe organizarse sobre la base de unos principios comúnmente aceptados, del mismo modo que la organización de las elecciones no debe depender de los intereses de un bando o de su ideología, debemos elevarnos por encima del debate político y trabajar sobre un marco común para la comunicación y la información en un contexto democrático.

Digámoslo claramente: la toma de decisiones arbitraria es igual de amenazadora para la izquierda, la derecha, el centro y para quienes tienen otras inquietudes. La toma de decisiones arbitraria es peligrosa, independientemente de que una cuenta sea de Donald Trump, de un periodista o de un ciudadano. Frente a este poder del sector privado, debemos unirnos al partido de la democracia, que debe abarcar a todos los partidos. Debemos elevarnos por encima de la disputa y la controversia para establecer principios comunes para la disputa y la controversia. Esto significa poner fin a la confusión entre nuestras convicciones personales y nuestras posiciones en el marco democrático, un reto enorme cuando todo el mundo quiere imponer sus puntos de vista antes de ponerse de acuerdo sobre las reglas del debate.

Ser demócrata significa no negar la condición de demócrata a quienes no piensan lo mismo que nosotros, incluso en cuestiones tan candentes como la inmigración, las normas sociales, el libre comercio o el proteccionismo. Ser demócrata significa ser capaz de asumir un “velo de indiferencia” que nos permita diseñar las instituciones y organizar el espacio público dejando a un lado quiénes somos. Ser demócrata significa ser capaz de perfilar un sistema común dentro del cual podamos luchar con todas nuestras fuerzas por nuestras ideas, o mostrar contención, o incluso permanecer callados, como cada uno decida.

No podremos escapar de la trampa de la política si los políticos de todas las tendencias no son capaces de conseguir la unidad nacional (a escala nacional), la unidad europea (a escala supranacional), e incluso la unidad democrática para las decisiones que deban tomarse en el ámbito internacional. Lo que está en juego es nada menos que el futuro de la democracia. La polarización extrema no resolverá el problema. La victoria de un bando sobre el otro nunca logrará la democracia necesaria. El sentido del interés público debe prevalecer, y el interés público reside en proteger algo que constituye un bien común: el espacio de la información y la comunicación.

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