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Columna
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Leña al moro

No hay nada más opuesto al espíritu deportivo que el racismo: el desprecio y el odio al oponente no se deben a su forma de jugar sino a lo que es

Marruecos España Mundial Qatar
La selección marroquí de fútbol mantea a su portero, Bono, tras el partido España-Marruecos en el Mundial.Europa Press
Najat El Hachmi

El deporte es una forma civilizada de encauzar la agresividad y el instinto natural de lucha. Mejor practicar alguna de las muchas disciplinas existentes que batirse en duelo al atardecer, arremeter a porrazos al vecino, enzarzarse en combates sangrientos o librar guerras mortales. Por eso el juego limpio tendría que ser siempre sagrado: para que esta forma pacífica de medirse con otro se aleje de los impulsos primitivos y potencialmente mortíferos. Cierto es que no todas las prácticas subliman del mismo modo nuestros instintos asesinos. No es lo mismo asistir a un elegante partido de tenis donde el respeto a las formas y la buena educación constituyen elementos fundamentales que contemplar las faltas, la teatralidad histriónica y los escupitajos de los futbolistas. Y a pesar de esto, incluso en el deporte rey rigen normas estrictas para que los partidos no se conviertan en batallas campales. Claro que no sé hasta qué punto esto se puede mantener cuando el fútbol tiene el poder económico que tiene hoy, un poder capaz de mover los principios fundamentales de sistemas como el democrático y que además, si uno lo observa objetivamente, tiene visos de verdadero opio del pueblo, eficaz sustituto de la religión.

Para que el juego sea fair play de verdad lo principal es el respeto por el rival. En el partido de Marruecos-España del pasado martes los profesionales se comportaron como tales, pero no se puede decir lo mismo de un sector de la afición del lado español. Que #leñaalmoro fuera tendencia en Twitter dice mucho de unos hinchas que se tomaban el encuentro como si de una nueva Reconquista se tratara. No hay nada más opuesto al espíritu deportivo que el racismo: el desprecio y el odio al oponente no se deben a su forma de jugar sino a lo que es. Es decir, que ni siquiera se acepta su existencia y más que competir con él lo que se querría es su aniquilación. Una simple búsqueda de “moros” en la red arrojaba la vomitiva expresión del odio desatado por este sector de los hinchas. No faltaban provocadoras fotografías de platos de jamón o menciones al Cid Campeador, e incluso a Franco, en lo que es un alarde de ignorancia por parte de quienes creen que el dictador tuvo malas relaciones con los moros. Algunos se preguntaban, al finalizar el partido, por qué españoles de ascendencia marroquí celebraban la victoria de su país de origen y no lamentaban la derrota de la Roja. Algo tendrá que ver, digo yo, el éxito del vergonzoso hashtag.

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