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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La derecha en Suecia

El nuevo Gobierno conservador delata la presión de la ultraderecha en el proyecto de Presupuestos generales

El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, el pasado 1 de noviembre en Helsinki.
El primer ministro sueco, Ulf Kristersson, el pasado 1 de noviembre en Helsinki.DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)
El País

El Gobierno de coalición de partidos conservadores recientemente conformado en Suecia, con el decisivo apoyo parlamentario de la ultraderecha, ha puesto en marcha esta semana un viraje político inédito en el país nórdico. El proyecto de Presupuestos Generales presentado por la ministra de Finanzas, Elisabeth Svantesson, incluye una fuerte reducción de los impuestos a los carburantes y un drástico recorte de la inversión en la lucha contra el cambio climático y en la ayuda al desarrollo. Junto con el abandono del concepto de política exterior feminista, anteriormente anunciado por el titular de Exteriores, se va materializando un profundo cambio dictado por el peso de la derecha radical.

Los Presupuestos contemplan medidas como incrementos de gasto en área de Defensa —Suecia acaba de pedir su ingreso en la OTAN— o el aumento del número de efectivos policiales y, significativamente, no se plantean recortes de IRPF. Pero otros elementos, como las señales de retroceso en el área del cambio climático, contradicen las preocupaciones más acuciantes que hoy mismo reúnen a múltiples países en Egipto en torno a la COP27. En esta materia, y en otras, Suecia será un importante terreno de prueba sobre los límites que los partidos conservadores tradicionales están dispuestos a transgredir a cambio del apoyo de la ultraderecha. En el caso de la política exterior feminista, concepto pionero abrazado por el anterior Gobierno socialdemócrata que puso la igualdad de género en el centro de las relaciones internacionales mantenidas por Estocolmo, el nuevo titular de Exteriores ha anunciado que abandona esa política, aunque a la vez y eso no signifique, según él, que el nuevo Ejecutivo rechace la igualdad como valor esencial. Cabe esperar que la amplísima adhesión a ese principio en la sociedad sueca impida retrocesos en esa área al menos a escala interna. En la dimensión internacional, ya ha sucedido.

La relación entre derecha tradicional y la rama ultra afecta de forma directa al devenir político de la Europa continental. En algunos casos, como Italia, los conservadores clásicos parecen haber perdido el pulso ante los radicales, que han impuesto su visión como la dominante en todo su flanco del espectro político. En otros —como Suecia o España—, formaciones de la familia popular o liberal colaboran con esos partidos en un proceso de creciente normalización en el que asumen, de una forma u otra, algunos de sus debates, su lenguaje y sus formas. En Alemania resiste un cordón sanitario en el que los valores conservadores siguen siendo claramente prioritarios frente a los radicales. Pero es una actitud cada vez más aislada y minoritaria y no parece creíble, ya que pueda funcionar como paradigma. Por ello es fundamental que en un país como Suecia, con una cultura política avanzada y una fortísima historia de derechos y cohesión social, los conservadores no claudiquen de sus propios valores e impongan límites innegociables a las pretensiones ultras. Los primeros pasos del nuevo Ejecutivo sueco van en la dirección contraria.

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