La preocupación de Lula
Lo que ha sorprendido a todos ha sido la capacidad de Bolsonaro en imponer a sus candidatos más extremistas en Estados clave
Que las elecciones de Brasil han sido una sorpresa es indiscutible. Los innumerables sondeos que pronosticaban una victoria de Lula en la primera vuelta se han equivocado feo, como se han equivocado quienes criticaron la táctica de Bolsonaro de centrar sus ataques al Partido de los Trabajadores (PT) en el tema de la corrupción en vez de insistir en los temas económicos, en el hambre de los más pobres o en la tragedia de la pandemia.
Se equivocó Lula al pensar que lo que le daría la victoria en primera vuelta sería el tema de la economía y el recuerdo de sus gobiernos pasados con su lucha contra la pobreza. Tan seguro estaba que ni presentó un programa de Gobierno apelando a que los triunfos de su pasado bastaban para que creyeran en él.
Y acertó Bolsonaro, contra todos los pronósticos, al centrar sus ataques a Lula en el tema de la corrupción, que le valieron año y medio de cárcel y que poco le sirvió que el Supremo le anulara sus condenas. Lo ha demostrado el hecho totalmente inesperado que los dos grandes protagonistas de la Lava Jato, el mítico exjuez Sérgio Moro, que había sido ministro de Justicia de Bolsonaro, y Deltan Dallagnol, el joven y temible fiscal de la República, que se daban por acabados y que el sueño de Lula con su posible victoria era poder verlos juzgados y encarcelados, ambos han entrado en política y se han elegido. Moro como senador de la República, su esposa como diputada de Sao Paolo y Dallagnol como el diputado más votado de su Estado.
Esa noticia de la resurrección de alguna forma de la Lava Jato con la entrada de sus grandes protagonistas en el Congreso, lo que les blinda judicialmente y les convierte ahora en dos grandes enemigos de Lula dentro de la política, es desde un punto de vista incluso psicológico, lo peor que podía haberle ocurrido al PT y que dará munición a Bolsonaro para seguir en su táctica de desempolvar los casos de corrupción de los pasados gobiernos de la izquierda.
Todo ello va a obligar a Lula y al PT, empujados por los otros 9 partidos que lo apoyan a revisar toda su estrategia para la nueva batalla que tienen delante, al mismo tiempo que servirá al gobierno de extrema derecha para continuar en intentar resucitar los pecados de corrupción atribuidos a los gobiernos de Lula a quien ahora le será más difícil intentar negar o minimizar.
Al mismo tiempo ello servirá a Bolsonaro en los casos de corrupción de su gobierno para insistir en el tema de los pasados escándalos de corrupción de sus adversarios políticos que intentará mantener vivo en las nuevas elecciones que tiene por delante.
A la vista de la victoria de Bolsonaro en tantos estados con su táctica de atacar sin piedad a la oposición por sus pecados de corrupción, sean Lula que su partido, el PT, deberá en esta segunda vuelta, que se presentan como una nueva elección con nuevas incógnitas, revisar su postura ante la sociedad del tema de la corrupción que las elecciones han demostrado que sigue siendo un tema vivo en la opinión pública. Se trata de un nervio en carne viva que la izquierda no ha sabido enfrentar con valentía reconociendo sus pecados sin intentar negarlos sirviéndose del salvavidas que le lanzó el Supremo y que permitió a Lula volver con fuerza al ruedo de la política.
Aunque pueda parecer una paradoja, a pesar de que Lula y los partidos que lo apoyan han ganado en número de votos en las elecciones, en realidad lo que ha sorprendido a todos ha sido la capacidad de Bolsonaro en imponer a sus candidatos más extremistas en los gobiernos de tantos estados clave con la posibilidad de poder ganar también en Sao Paolo, el corazón económico y financiero del país.
Ha hecho bien Lula en minimizar la victoria política e inesperada de su adversario y seguir insistiendo en que acabará ganando la batalla de volver al gobierno y de intentar ahora en la segunda vuelta conquistar a algunos millones de votos de los desilusionados con la política ofreciéndoles días mejores sobretodo para los más pobres. Y al mismo tiempo tendrá, ante la realidad de los hechos que presentar un programa nuevo y concreto de lo que pretende hacer frente a una realidad inesperada que ha sorprendido a todos. Ya no le va a servir el argumento de que no necesita presentar un programa concreto bajo la excusa de que ya ha demostrado su capacidad política en sus gobiernos anteriores. Estamos en efecto, a nivel mundial frente a un recambio político inesperado que no puede ser ignorado y que exige una revisión a fondo del concepto mismo de democracia, y de los clichés de izquierdas y derechas.
Esta segunda vuelta en las elecciones brasileñas, que en realidad serán una nueva elección, no dejará de ser reveladora de lo profunda que es la crisis política que agita globalmente al mundo y que hace difícil y peligroso dormirse en los laureles de un pasado que ya ha sido desarticulado y superado por los nuevos y peligrosos desafíos agravados por las fauces de una nueva guerra que nadie es aún capaz de profetizar como puede acabar y qué cambios profundos podrá tener en la crisis política que la globalización está sufriendo.
Las viejas recetas políticas parecen haber perdido fuerza y las nuevas se presentan como una incógnita sombría que ni las mejores pitonisas son hoy capaces de descifrar.
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