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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Brasil y la violencia política

Bolsonaro alimenta el clima de tensión y odio en el discurso con el que lanzó ayer su candidatura a la reelección

La presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, en el entierro del militante asesinado en Foz de Iguazú, el pasado 10 de julio.
La presidenta del PT, Gleisi Hoffmann, en el entierro del militante asesinado en Foz de Iguazú, el pasado 10 de julio.CHRISTIAN RIZZI (AFP)
El País

Brasil lleva un año largo inmerso en una tensa precampaña que recientemente se vio sacudida por el asesinato de un militante del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula da Silva a manos de un simpatizante bolsonarista en Foz de Iguazú. Quedan menos de tres meses para unas elecciones cruciales en las que el electorado decidirá si encomienda a Lula o al presidente Bolsonaro el rumbo de la primera potencia latinoamericana. Bolsonaro lanzó ayer su candidatura a la reelección defendiendo su acción de gobierno, incluso en la pandemia, con guiños al electorado femenino, alabanzas a Dios y ataques brutales a su gran adversario: “De nada vale un país rico, si elige como presidente a un bandido, borrachuzo, expresidiario”, proclamó en Río de Janeiro.

El asesinato de Foz de Iguazú ha disparado el temor a nuevos episodios de violencia política. La víctima celebraba su 50 cumpleaños con una fiesta dedicada a su partido, el PT, cuando el agresor irrumpió pistola en mano al grito de: “¡Aquí somos de Bolsonaro, hijos de puta!”, y apretó el gatillo. El agredido, herido, respondió a tiros antes de morir. El bolsonarista resultó gravemente herido. Iban armados porque eran miembros de sendos cuerpos de las fuerzas de seguridad. No es el primer asesinato este año por lo que en Brasil denominan intolerancia política, pero sí el que más repercusión ha tenido, al viralizarse inmediatamente. Según el recuento del diario Estadão, esta intolerancia se ha cobrado 26 vidas en lo que va de 2022; fueron 71 en la campaña de 2018, en la que Bolsonaro fue apuñalado por un enfermo mental al que los jueces consideraron inimputable. Los sospechosos de perpetrar el atentado más destacado de los últimos años, el de la concejala izquierdista de Río de Janeiro Marielle Franco, siguen pendientes de juicio.

La responsabilidad del presidente Bolsonaro en el actual clima de tensión y odio es evidente. Su discurso belicista, sus constantes ataques contra otras instituciones, sobre todo el Tribunal Supremo, y el cuestionamiento permanente del sistema de votación generan una enorme tensión institucional. Concibe y trata a sus adversarios políticos como enemigos, lo que mina gravemente la democracia. Ha facilitado que los civiles compren armas, y desde que preside Brasil las licencias se han triplicado. Cunde el temor de que no acepte una derrota ante Lula, que pronostican las encuestas, e intente movilizar a los suyos como hizo Donald Trump en Estados Unidos.

Para la policía, el último asesinato no es un asunto político. En cualquier caso, son los políticos, con Bolsonaro a la cabeza, quienes tienen la obligación de rebajar la tensión para que las elecciones se celebren con normalidad. De momento, en la larga precampaña, las fuerzas policiales deben extremar la seguridad tanto de Lula, que lidera los sondeos y en los últimos tiempos usa chaleco antibalas, como de todos los demás candidatos que se presentan a los comicios para elegir presidente, gobernadores y diputados.

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