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ELECCIONES BRASIL 2022
Columna
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Las artimañas violentas de Bolsonaro para no dejar volver a Lula

Lo que más preocupa a las fuerzas democráticas es que las estratagemas golpistas del presidente, además de estar ligadas a su pasión por las armas, podrían ser apoyadas por una parte del Congreso

Juan Arias
Elecciones Brasil 2022
Familiares y amigos de Marcelo Arruda, asesinado por un seguidor de Bolsonaro.STRINGER (REUTERS)

Las presidenciales de Brasil se van acercando y el radical de extrema derecha Jair Bolsonaro se enreda cada día en una serie de trapacerías violentas para no dejar el poder, y menos en manos de Lula, a quien los bolsonaristas ven como la imagen del demonio. Y lo más grave es que como destaca el diario Folha de São Paulo, la estrategia del Gobierno para no salir del poder empieza a teñirse de tensión y de violencia.

El último episodio de esa violencia, el asesinato del militante del PT de Lula Marcelo Arruda a manos de un bolsonarista, confirma que la campaña electoral de agosto tendrá “un nivel de violencia extrema inédita”, según están profetizando los presidentes de los partidos políticos. El exsenador y exministro de Educación de Lula Cristovam Buarque acaba de afirmar que el asesinato del dirigente del PT “ha sido el primer tiro de la guerra civil que puede caracterizar esta elección”. Y Elio Gáspari, uno de los columnistas políticos de mayor peso del país, acaba de escribir que “Bolsonaro cultiva el Apocalipsis y Brasil se ha convertido en un barril de pólvora”. Y añade: “Estamos en la inminencia de tener un problema serio”.

Viéndose prácticamente perdedor en todos los sondeos que siguen dando la victoria con gran margen a Lula, Bolsonaro ha vuelto a insistir en que las urnas electrónicas no son confiables y que no aceptará su resultado, algo curioso ya que fue en ellas donde él ganó las elecciones presidenciales y ocho veces las de diputado federal. Y ha anunciado que va a convocar a todos los embajadores extranjeros, algo inédito, para informarles de lo que está ocurriendo: según él, que el Supremo Tribunal Electoral ya ha decidido que Lula debe ganar las elecciones. Ello ha llevado al magistrado del Supremo, Edson Fachin, presidente del Tribunal Electoral, a afirmar días atrás en Washington que las elecciones de Brasil “podrían tener un episodio aún más grave que el del Capitolio en los Estados Unidos”.

Lo que es curioso y revela una cierta idiosincrasia del bolsonarismo es que los primeros escarceos de violencia contra las manifestaciones públicas de Lula antes del asesinato del político del PT han estado impregnadas de materiales fétidos, como el lanzamiento, desde un dron, de heces y orina humanas en Uberlandia, en Minas Gerais, mientras Lula daba un discurso. Del mismo modo la bomba casera del pasado día 7 lanzada en Río durante otro acto de Lula también estaba hecha con excrementos humanos.

Lo que más preocupa a las fuerzas democráticas, sin embargo, es que las estratagemas golpistas de Bolsonaro para no salir del poder además de estar ligadas a su pasión por las armas y la violencia podrían ser apoyadas por una parte del Congreso, como la posibilidad que empieza a pergeñarse, con la escusa de evitar tumultos violentos de una sociedad cada vez más armada, de bajar un decreto presidencial para retrasar las elecciones sine die. Con ello no solo Bolsonaro seguiría en el poder sino todo el Congreso, algo que no desagradaría a los diputados y senadores, ya que más de la mitad deberán perder sus escaños con las elecciones.

Entre las trapacerías de Bolsonaro para no salir del poder, el portal político Brasil247 ha llegado a imaginar la posibilidad de fingir un atentado contra el presidente y achacárselo a los seguidores de Lula, lo que tumultuaría las elecciones. Fue justamente en 2018 con el atentado, aún misterioso, de un desequilibrado que Bolsonaro ganó las elecciones, ya que le permitió no participar a los debates con sus contrincantes e hizo que muchos vieran en ello la mano de Dios que quiso salvarlo. Y así acabó mitificado.

El Gobierno apoyado por la parte más conservadora del Congreso, que ha hecho de Bolsonaro un rehén al que han salvado de que fuera depuesto por todos sus crímenes cometidos, adquiere en este momento una doble responsabilidad si continúa apoyándolo en sus intenciones de impugnar las elecciones. No es un secreto que lo que busca Bolsonaro es crear un clima de violencia callejera que haga imposible ir democráticamente a las urnas.

El aumento de armas en manos de los ciudadanos y el incremento de clubes de tiro han crecido durante este Gobierno. Basta recordar que el número de armas en manos de cazadores y tiradores deportivos ha aumentado un 262%, llegando a 605.000, ya que cada uno puede comprar hasta 60 armas y 180.000 balas superando a los 357.000 militares en activa. Los clubes de tiro a los que pueden acudir hasta los menores de edad han aumentado en un 168%.

En los encuentros con grupos de sus huestes, Bolsonaro insiste en una tesis loca, según la cual lo que pretende es defender la libertad y la democracia, que él considera que están amenazadas por los seguidores de Lula y de la izquierda. Esa defensa, sostiene, debe hacerse extinguiéndoles. Fue ello lo que defendió en un mitin en São Paulo durante la campaña electoral. En esa ocasión, llegó a asustar al afirmar literalmente “vamos a ametrallar” a los militantes del PT.

Y es sintomático que Bolsonaro aún no haya condenado el asesinato del militante del PT de Lula a manos de uno de sus seguidores al grito de “Somos de Bolsonaro, hijos de puta”. Y que el presidente autoritario no bromea lo revela una de sus afirmaciones más graves de días atrás cuando dijo a sus seguidores: “Tengo certeza: si fuera necesario, y cada vez parece más claro que lo será, tomaremos las medidas que sean necesarias ya que cada día más cuento con un Ejército que se aproxima a los 200 millones.

La violencia cruda y desnuda es parte vital de la política del capitán que fue expulsado aún joven del Ejército acusado de estar preparando actos terroristas dentro mismo del cuartel. Quizás por ello, la atención política está puesta cada día más en lo que podrán hacer las fuerzas del Ejército ante un clima de violencia que hiciera imposible celebrar las elecciones.

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