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ANATOMÍA DE TWITTER
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¡Cómo está el patio!

Las opiniones son más contundentes cuando son anónimas, es decir, gratis, igual que los desayunos en un bufé libre

Logo de Twitter.
Logo de Twitter.Gregory Bull (AP)
Natalia Junquera

Existe una cuenta llamada @liosdevecinos que recopila “broncas y curiosidades” en los edificios, una especie de meta-Twitter, ya que la red social no deja de ser una gran comunidad de inquilinos a menudo mal avenidos. Ambos ecosistemas funcionan de modo parecido. El anonimato envalentona por igual a los alias tuiteros y a esos vecinos que pegan carteles en el portal o en el ascensor cuando nadie los ve. Las opiniones son más contundentes cuando son gratis, igual que los desayunos del bufé libre. Por todo esto, las dos comunidades son, también, un estupendo campo para trabajar la naturaleza humana, para conocerla en todas sus versiones.

Están los educados, los que plantean interesantes temas para la reflexión colectiva con el fin de mejorar la convivencia. Cargados de buenas intenciones, en el portal suelen colgar textos escritos a ordenador, nunca a mano, con sangrías en los márgenes y a doble espacio. Son los mismos que en las redes sociales ponen puntos al final de cada oración e incluso cierran sus tuits deseando un “feliz sábado a todos”.

En el portal:

En Twitter:

Luego están los folloneros, los que llevan el rotulador rojo siempre desenfundado para profanar esos primorosos carteles con algún dibujo obsceno. En Twitter son los que dicen: “Feliz sábado será para ti. Yo estoy en un atasco”, etc.

Y los agresivos. Se comunican en mayúsculas y siempre que pueden, a mano. Su método, en el portal y en la red social, como el de los surrealistas, es el de la escritura automática: escupen palabras sin control, sin reparar ni en la ortografía ni en las consecuencias.

“Estimado vecino. Su perro se pasa el día ladrando sin cesar. Se le oye por toda la comunidad. Rogamos que tome las medidas oportunas o, lamentablemente, lo tendremos que hacer nosotros”.

“Su problema es que tiene que madrugar mucho para recoger a su madre del trabajo en la Casa de Campo” (@MarcosdeQuinto).

Están los sarcásticos, los Quevedos del quinto derecha. Son perfeccionistas, pueden dedicar horas, incluso días, a la redacción del cartel del portal. Y aspiran no tanto a solucionar el problemilla de convivencia como a tener muchos likes en redes sociales y que alguien con buen ojo los fiche para hacer monólogos: “¿Saben aquel del vecino que…?”.

“Queridos vecinos del 3º B: Por favor, dejad de discutir gritando. Todo el edificio está al tanto de vuestros problemas. PD. Y Pedro tiene razón, una suegra no debe meterse en una relación, entendemos que estés estresada por lo de tu amiga Raquel, pero ella se lo buscó cuando dejó a Mateo por Ricardo. Tus vecinos“.

“Se ruega al 2º A no volver a tirar sillas por la ventana (tal como ocurrió en la madrugada del 1 al 2 de abril). Se agradece tanta generosidad, pero el resto de los vecinos ya tenemos la vivienda amueblada. Gracias”.

Y finalmente están los vecinos-CSI, que incorporan al cartel la prueba del delito, ya sea en fotos periciales o restos biológicos: colillas, cortezas de queso, pelos...

En Twitter son verificadores. Dominan la hemeroteca y nunca disparan sin datos.

Finalmente, están los fogosos y los discretos. Twitter es un patio ruidoso donde nunca llueve, ni se ama, a gusto de todos.


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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.

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