Un éxito político para España
El nuevo Concepto Estratégico de la OTAN alienta la búsqueda de unidad en política exterior del Gobierno y el resto de las fuerzas parlamentarias
La cumbre de la OTAN celebrada en Madrid ha sido también un éxito indiscutible para España en sus aspectos organizativos y protocolarios, quizás solo al nivel de la cumbre sobre Oriente Próximo y los Juegos Olímpicos, hace ya demasiados años. El resultado ha sido una auténtica exhibición del famoso soft power o poder blando, que es el que más se necesita cuando solo se impone la dura realidad del poder duro o hard power de la guerra.
Pero también ha sido un éxito político del presidente Pedro Sánchez. Trasciende al de la propia cumbre y por primera vez involucra a Ceuta y Melilla, sin mencionarlas expresamente, gracias a la inclusión del entero mapa español en la idea de integridad territorial que la OTAN se compromete a preservar. El nuevo Concepto Estratégico respalda también a la diplomacia española, al no olvidar entre las prioridades de la seguridad el flanco mediterráneo y africano, con explícita mención al Sahel. El documento menciona expresamente los factores desestabilizadores en la zona de carácter demográfico, económico y político y la proliferación de grupos armados, y evita así el desequilibrio que hubiera significado una exclusiva atención al flanco oriental ante Rusia como primera emergencia de la Unión Europea.
Joe Biden ha calificado a España de aliado indispensable, un título que refleja la intensidad de la relación bilateral, reforzada por la ampliación de la presencia estadounidense en Rota de cuatro a seis destructores. Son el Gobierno progresista español y la Administración demócrata estadounidense los que terminan con los malentendidos creados desde la guerra de Irak, cuando José María Aznar dio su apoyo incondicional a aquella guerra preventiva e ilegal y suscitó luego las secuelas de la salida de las tropas españolas, ordenada por José Luis Rodríguez Zapatero y nunca digerida desde Estados Unidos.
El incremento del gasto de defensa, en cumplimiento de los compromisos adquiridos, no es una decisión fácil en momentos de dificultades financieras, elevadísima inflación y amenazas difusas de recesión. Como todo lo que afecta a la seguridad, este nuevo rumbo exige un esfuerzo de pedagogía política y capacidad de cohesión interna de un Gobierno con distintas sensibilidades, y también la anuencia del resto de fuerzas parlamentarias. Es una oportunidad para ejercitar el aterrizaje en la realidad de un mundo que ha cambiado profundamente, cuando lo que Europa tiene por delante es la urgencia de terminar con la guerra en Ucrania.
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