Aragoneses, rendíos
La comunidad autónoma debe entender que el compromiso con la diversidad de España exige dar siempre la razón al nacionalismo catalán
No queda otra opción que lamentar el desacuerdo entre Aragón y Cataluña en torno a la candidatura de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2030. El fracaso es achacable a la actitud de la comunidad autónoma aragonesa, empeñada en que la candidatura se organice en pie de igualdad. Es cierto que el presidente del Gobierno aseguró al de Aragón que el diseño se haría de ese modo, pero son formas de hablar. Es también cierto que en la última propuesta Aragón no tiene ninguna prueba de esquí alpino y que las pruebas más importantes se sitúan en Cataluña, con instalaciones peores, pero cada uno debe saber cuál es su sitio. La principal baza de la candidatura no es técnica, sino su significado como unión política. Como sabe cualquiera, esa unión debe tener una prevalencia. Algunas comunidades autónomas son más iguales que otras.
La proverbial obstinación aragonesa —los tópicos ya se sabe—, esa infantil obsesión por la equidad, ha causado muchos problemas. La negativa a aceptar su papel de comparsa ha obligado al COE a recurrir a maniobras desagradables que nadie deseaba. Sin esa terquedad, no habrían tenido que ocurrir episodios incómodos como que se convocara una reunión técnica y que Cataluña enviase allí a representantes políticos, o que se anunciara que se había llegado a un acuerdo cuando Aragón lo había rechazado. Ni entonces quiso Aragón sumarse al acuerdo, con lo fácil que se lo ponían. El presidente aragonés anunció que no iría a la siguiente reunión, pero aun así se dejó una silla que quedó tristemente vacía. Si las cosas siguen así, un comité de expertos deberá explicar que celebrar las pruebas estrella en el Pirineo catalán es la mejor opción. Quizá valga alguno de los de la pandemia.
Los aragoneses deberían haber entendido que tienen que agachar la cabeza. Ya decía un historiador que recuperar los bienes de Sijena, ilegalmente adquiridos, era una cosa anacrónica. Como explicaba, ahora se pueden poner proyecciones y hologramas. ¿Por qué no un holograma o una fotocopia en Sijena y el original en Lérida? Ahorras en limpieza. La corona catalanoaragonesa es una falsificación histórica, pero ¿para qué discutir? Puede que algunos lo vean como una humillación o un abuso, pero estamos hablando del reconocimiento a la diversidad de España. No puede limitarse a dejar que en Cataluña se suspenda el imperio de la ley y se violen los derechos de las minorías. Eso va en la buena dirección, pero no basta. El compromiso con la diversidad exige que les demos preferencia siempre. @gascondaniel
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