Emmanuel Macron, ¿apuesta por la integración social?
Con los últimos nombramientos en el Gobierno, el presidente francés envía un mensaje fuerte que sembrará, otra vez y sin duda alguna, la sorpresa en el campo adverso
El resultado de las últimas elecciones presidenciales en Francia, el 24 de abril, indicaba sin sorpresa los ejes que definirán una orientación de gobernabilidad para los próximos cinco años. Emmanuel Macron venció frente a dos candidatos, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon, que compartían la misma originalidad: no pertenecían al establishment de la política nacional. Ambos encarnan, del mismo modo que Macron en 2017, orientaciones políticas radicalmente rupturistas. El paradigma macronista ha destruido, estos últimos años, casi enteramente la derecha clásica francesa desde una estrategia de centroderecha; los resultados de la representante de la derecha clásica, Valérie Pécresse, han sido catastróficos (4,8%), casi tanto como los de la socialista, Anne Hidalgo (1,7%). Los espacios dejados por la derecha han sido ocupados inmediatamente por Marine Le Pen, mientras que el electorado progresista de la izquierda, incluyendo a los ecologistas, se han refugiado en las filas de la Francia Insumisa de Mélenchon.
A pesar de que no se puede comparar la extrema derecha y las izquierdas alternativas francesas, porque representan dos visiones del mundo incompatibles entre sí, cabe destacar una realidad sociológica común que mueve sus fuerzas: la cuestión social. Desde los comicios de 2017, la principal maniobra electoral de Marine Le Pen consistió en adoptar un léxico social de izquierda, defendiendo el Estado de bienestar, las clases medias y populares empobrecidas por la crisis económica y la pandemia. Incluso con ese lenguaje, la estrategia no consiguió captar aliados y, dada la tradición republicana, nunca podrá ganar sola la mayoría absoluta.
Y a la inversa, Mélenchon articula desde hace años un programa social ecologista y feminista de izquierda; además, por primera vez, ha podido aglutinar en sus filas a la gran mayoría de los electores de las banlieues, a menudo de origen inmigrante, que han sido de hecho excluidos del juego político francés. Es este un elemento clave que se percibe en la mayor parte de candidatos de generación inmigrante impulsados por Francia Insumisa en las legislativas. Con independencia de los proyectos y la capacidad de gobernar de Mélenchon, lo cierto es que ha dado voz a un sector importante de la juventud de las poblaciones marginadas en los barrios pobres, del mismo modo que ha legitimado su pertenencia cultural identitaria (islámica y orgullosa de su pasado anticolonial frente a sectores de la población francesa que siguen teniendo fuertes prejuicios en este campo).
En suma, Macron se enfrentará en estas legislativas, principalmente, a la izquierda melenchonista, cuyo corazón es la cuestión social, la integración y la dimensión ecológica. De ahí, la elección de una jefa de Gobierno, Élisabeth Borne, de perfil social ecologista, y la formación del nuevo Gobierno con nombramientos simbólicos de dos ministros de origen inmigrante: el ministro de la Educación Nacional y la ministra de Cultura, sectores claves para la identidad nacional. De este modo, el mandatario francés envía un mensaje fuerte que sembrará, otra vez y sin duda alguna, la sorpresa en el campo adverso.
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