Unidad defensiva de la UE
La coordinación entre los Estados miembros al ejecutar y planificar la monumental inyección de recursos en gasto militar es decisiva para garantizar la seguridad de la Unión
La invasión rusa de Ucrania ha obligado a las sociedades europeas a replantearse cuestiones centrales de su política de defensa que parecían ya resueltas o inamovibles. Las últimas han sido Finlandia y Suecia, con su decisión de pedir el ingreso en la OTAN, pero también la UE acordó aumentar el gasto militar a la vista del avance de los movimientos de Putin en el este de Europa y la evidente necesidad de disponer de medios de defensa efectivos. Según cálculos de Bruselas, el gasto de los países de la Unión en defensa, que ascendía a alrededor de 200.000 millones de euros el año pasado, se elevará por lo menos en otros 60.000 millones solo con que los países que pertenecen a la OTAN cumplan con el objetivo de llegar hasta el 2% de sus respectivos PIB. Se trata del mayor volumen de gasto militar en el continente desde el final de la II Guerra Mundial.
Pero la cuestión ahora no es cuánto se va a gastar cada Estado sino cómo y en qué. La eficacia de esta monumental inyección de recursos puede ser muy diferente si se realiza por cada Estado individualmente o se planifica y ejecuta con una visión coordinada. El informe sobre carencias militares elaborado por la UE —adelantado en exclusiva por EL PAÍS— presenta un alarmante conjunto de campos en los que resulta urgente una modernización. La lista va desde defensas antiaéreas para proteger ciudades o instalaciones estratégicas, a artillería, carros de combate, aviones o fuerzas navales. Todo, además, con el añadido de la necesidad de reponer los arsenales nacionales que han visto reducidas sus existencias por el envío desde febrero de material defensivo y ofensivo a Ucrania. Se trata por tanto de una situación en la que Europa puede dar un significativo salto adelante en la coordinación en materia militar, un paso indispensable para una autonomía defensiva coherente y eficaz.
La estrategia común adoptada ante la covid-19 en un asunto tan vital como fue la compra de vacunas —negociada por la UE y no por cada Estado miembro— supone un claro precedente de exitosa coordinación en una situación de emergencia. Tal y como ha advertido el alto representante de Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, la fragmentación en la compra de material militar, además de generar duplicidades y restar efectividad a la defensa europea puede convertirse en “un enorme despilfarro de dinero”. Conviene evitar una absurda carrera individual entre socios —y de nuevo el caso de la pandemia con la compra a la desesperada de mascarillas en los primeros momentos es un buen ejemplo— que provoque sobrecostes y deje atrás a algunos países. El encarecimiento de los materiales por una mala planificación de la UE sería una pésima noticia para un fin legítimo y necesario como es la autonomía defensiva europea.
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